A la gente de bien y asimilados siempre le ha gustado mucho usar la
exclamación “esto es un atropello” para definir cualquier situación que
ponga en peligro su statu quo habitualmente cómodo y de privilegio. Este
sensible colectivo suele poner la guinda a su indignación llamando a un
guardia para que ponga las cosas en su sitio. Estas personas incluyen
en la categoría de atropellos las torpezas del servicio doméstico, las
chicas que se embarazan, los chicos tatuados o con pendientes, los
manifestantes, salvo los que protestan en contra del aborto, y, en
general, cualquier cosa que no haya sido aprobada por ellos. Esperanza
Aguirre, una de las grandes damas de la ultraderecha española que lo
mismo se cae de un helicóptero sin despeinarse que viaja desde la India
en calcetines, dijo hace unos días que la presencia en las
manifestaciones de Madrid de observadores de la OSCE era lo mismo que
tratar a España como si esto fuese un república bananera o una “satrapía
comunista” (sic). O sea que los observadores y los manifestantes venían
a Madrid a cometer un claro atropello contra la ciudadanía española, no
así los policías que dieron palos a degüello a los ciudadanos
españoles. Esperanza Aguirre es también de la gente que se muestra
partidaria de llamar a un guardia cada vez que cree que se comete un
atropello. Pero a veces los guardias vienen sin que se les llame, no
actúan como vigilantes de seguridad a sueldo y en el simple ejercicio de
su trabajo trincan a la mismísima Esperanza Aguirre fuera de ley por
aparcar en un carril-bus. La castiza y populista Esperanza sacó la
marquesa que lleva dentro y el facherío que le revienta las costuras de
su discurso y salió de allí echando leches, desatendiendo a los policías
que le dieron el alto, atropellando la moto de un guardia,
escondiéndose en casa y llamando a las radios para desvariar en directo
atropellando el sentido común, el sentido del ridículo y la paciencia de
la ciudadanía. Si este país no estuviera más que harto de atropellos de
todo tipo la chulería de Esperanza sería una anécdota, pero uno ya
siente demasiado cansancio como para no pedir que toda esta chusma de
señoritos sean retirados de la circulación aunque para ello haya que
llamar a un guardia.
Artículos de Saldo
DdA, X/2.666
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