lunes, 31 de marzo de 2014

EL ARCHIVO NEGRÍN, SEGÚN CARMEN NEGRÍN

Carmen Negrín
Presidenta de honor de la Fundación Juan Negrín*

El pasado mes de diciembre, y después de 75 años de exilio, el archivo de Juan Negrín López regresó a España. Llegó al puerto de Las Palmas de Gran Canaria, donde nació su titular el 3 de febrero de 1892. Con ocasión de la celebración de su nacimiento, se abrió en Las Palmas, el 3 de febrero, la nueva sede de la Fundación Juan Negrín, donde se ha depositado su archivo, un archivo que ha sido enteramente digitalizado y que, contrariamente a otros en España, estará abierto al público y a los historiadores en particular.
Hasta el momento, no se ha logrado saber con exactitud cómo ni cuándo salió de España. Lo más probable es que fuera en 1939, en dos viajes distintos. Una parte, la más contundente, posiblemente cruzó la frontera hacia Francia a finales de febrero, y, dado su volumen, probablemente en camión; la segunda parte, más reducida, lo haría en la primera mitad del mes de marzo, en avión. En efecto, los más de 500.000 documentos que constituyen este archivo (unos 153.000, si no se tienen en cuenta las múltiples copias) incluyen información y planos sobre las últimas batallas, no habrían podido cruzar la frontera después del mes de febrero, ni tampoco habrían cabido en el pequeño avión de las Líneas Aéreas Postales Españolas, con el cual, probablemente el 6 de marzo de 1939, partió, para no regresar, del pequeño aeródromo del Fondo de Monòver, Juan Negrín, acompañado de Julio Álvarez del Vayo y de Ignacio Hidalgo de Cisneros.

LA GESTAPO BUSCÓ EL ARCHIVO NEGRÍN EN FRANCIA
Lo único que se puede afirmar es que, en los 75 años que acaban de trascurrir, el archivo no salió del territorio francés hasta el pasado mes de diciembre de 2013. En otras palabras, a pesar de ser muy codiciado por los agentes de Pétain, por la Gestapo, y, sobre todo, por los agentes franquistas infiltrados en Francia – tanto durante la Segunda Guerra mundial como después- sobrevivió a los desplazamientos y los bombardeos, yendo con el gobierno de Madrid a Valencia, de Valencia a Barcelona, y, tal vez, en parte por lo menos, al Poblet, para terminar su recorrido en París. Durante todo el periodo de la guerra mundial, lo conservó un notario francés, según lo confirma una elevada factura. Después de la guerra, se mantuvo entre una caja fuerte y un sótano. El archivo resistió intacto, cada legajo envuelto en papel de periódico de 1939, atado con grueso cordel de yute.
Contrariamente a una de tantas leyendas propagadas por los vencedores, nunca se intentó destruir. Se hizo lo imposible por conservarlo y se logró, de la misma forma que se conservaron los archivos de casi todos aquellos que tuvieron funciones decisivas durante la guerra; supongo que fue por instrucciones del jefe de Gobierno. En efecto, un archivo gubernamental representa la memoria institucional de un gobierno y de su país. Si, como parece haber sido el caso, el gobierno republicano tenía la intención de ser eventualmente restaurado, hacía falta una legitimidad y una continuidad; los archivos eran fundamentales para ello.
Organizar su salida, en condiciones de guerra extrema, sabiendo que la frontera con Francia estaba para cerrarse, lo se concretó el 4 de marzo, hace exactamente 75 años, tras haber dejado pasar a más de medio millón de españoles, desarraigados en tierras ajenas, muestra la importancia que en ese momento se le otorgó.
La intención, tal vez no de Azaña, que acababa de renunciar a su cargo de Presidente de la República, pero sí de Negrín, era sin duda restablecer un gobierno democrático: la guerra generalizada contra las fuerzas fascistas era inminente y las fuerzas republicanas se sumarían a la lucha antifascista – como así lo hicieron – y, esta vez, con el apoyo de los países democráticos, que tanto habían faltado a la República, el país sería liberado. De hecho, este plan fue el objeto de intensas negociaciones diplomáticas llevadas por Juan Negrín, con Azcárate y otros, en Londres durante la Guerra Mundial. Sin embargo, Negrín no logró conseguir los apoyos necesarios del exilio: la “charca” como él decía, prevaleció sobre los intereses nacionales, y fue expulsado de su partido en 1946.
Eisenhower, pese a la promesa del General Leclerc, decidió no cruzar los Pirineos; las negociaciones terminaron con su función política y la República Española fue nuevamente traicionada y olvidada. La dictadura se instaló en España para durar. En este punto, es útil subrayar que hubo más muertos y represaliados después de la guerra que durante la guerra y cabe hacerse la pregunta si valía o no la pena resistir, como lo preconizaba Negrín. En todo caso, como él y con él, el archivo se mantuvo en el exilio.
En 1947, Negrín sale de Londres, donde las autoridades británicas lo habían tratado como a un exiliado indeseable, y se instala definitivamente en París. Recupera su archivo tan celosamente guardado. Poco tiempo después, mientras estaba de viaje en México, la policía secreta franquista se introduce en su piso; deja muchas colillas pero no se lleva nada: las listas de exiliados y toda la información delicada habían sido cautelosamente depositadas en una caja fuerte de la Société Générale.
Si, como parece haber sido el caso, el gobierno republicano tenía la intención de ser eventualmente restaurado, hacía falta una legitimidad y una continuidad; los archivos eran fundamentales para ello
Tras su muerte, en noviembre de 1956, siguiendo sus deseos, su segundo hijo, el piloto, Rómulo, acompañado del que había sido Ministro de Justicia, Mariano Ansó, entregó una serie de documentos referentes al llamado “oro de Moscú” al Estado Español, que un mes antes había ingresado en las Naciones Unidas. Su hijo mayor, Juan Negrín Mikaïlov, reputado neurocirujano en Nueva York, heredó el archivo. Una parte, la mayor, se quedó, intacta, en un sótano en París. La otra parte fue a su casa de Jean-les-Pins (Francia), posiblemente la parte con la que su padre estaba trabajando para la redacción de sus Memorias … inacabadas. Años después, en 1999, permitió que algunos documentos fueran escaneados por la Fundación Juan Negrín, que había sido creada con independencia de la familia.

ESPAÑA, LA PRIMERA BATALLA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
A su vez, mi tío Juan Negrín hijo me transmitió el conjunto, al haber mostrado yo interés por ello, y, sobre todo para que no se perdieran las Memorias inéditas de mi abuelo, en las que supuse encontrarían respuesta muchas de las críticas que se le habían dirigido.
En todos esos años, una sola vez, a finales de los años 80, vino un oficial del Archivo General de la Guerra Civil española a casa a preguntar si existía un archivo Negrín. Dado que nosotros nunca hablamos de “Guerra Civil” sino de “Guerra de España”, decidí ignorar la solicitud. Me parecía ofensivo que el archivo de mi abuelo pudiera terminar en un sitio cuyo nombre reflejaba una mentira franquista, puesto que esta guerra nunca fue una guerra “civil”, “entre hermanos”; fue, desde antes de su inicio e incluso hasta el golpe final de Casado – como lo acaba de demostrar Ángel Viñas-, una guerra internacional con injerencias externas; en otras palabras, como decía mi abuelo, fue “la primera batalla” de la segunda Guerra Mundial, con un breve intermezzo de cinco meses.
El archivo permaneció durmiente hasta 2001, por falta de tiempo, de medios, de conocimientos de archiveros o de historiadores, hasta que llegó Gabriel Jackson a París a dar una conferencia sobre Juan Negrín, en el Colegio de España de la Ciudad Universitaria. La invitación decía: la conferencia se da “con todas las debidas reservas porque la familia ha negado el acceso a su archivo”. Intrigada, voy. El retrato que hizo de la figura de mi abuelo coincidió con mis recuerdos de niña y allí mismo decidí darle ese acceso tan buscado. Cabe recordar que, años antes, Ángel Viñas había logrado ser trasladado a Nueva York, pensando que allí se encontrarían los documentos, pero solo tuvo un rechazo por parte de mi tío, igual que lo había tenido Gabriel Jackson.
Meses después, Jackson y yo empezamos a desempolvar y abrir los legajos uno a uno. A pesar de múltiples viajes de Gabriel a París, no tuvimos suficiente tiempo para abrirlos todos.
¿Qué contiene este archivo? Elementos personales, correspondencia, el inicio de las Memorias mencionadas, pero, sobre todo, los documentos correspondientes al periodo, en el que ocupó los cargos de Ministro de Hacienda y de Guerra, y la Presidencia del Consejo de Ministros. Hay algunos documentos relacionados con el exilio, tales como pasaportes verdaderos y falsos, que permiten ver a dónde y cuándo viajó, listas de personas en campos de concentración en Francia, aunque aún no ha salido toda la documentación referente a ese periodo. Falta también el periodo anterior a la guerra, cuando era profesor, tanto en la Residencia de Estudiantes, como en la Ciudad Universitaria de Madrid, y cuando era diputado. Esa parte debió de haber quedado en España y se habrá perdido.

LOS RECIBOS DEL ORO DE MOSCÚ
Los recibos del oro que salió de España (hay copias certificadas de lo que se entregó en 1956 a España y otros documentos originales) y de los correspondientes gastos en armamento y en víveres son elementos indispensables para entender el funcionamiento del Gobierno en guerra, para aclarar y derrumbar infinidad de mitos inculcados durante más de 40 años y que todavía hoy, pese a la documentación ya estudiada por Gabriel Jackson, Ángel Viñas, Helen Graham, Enrique Moradiellos, Ricardo Miralles y otros, siguen siendo vehiculados sin fundamento alguno. Un simple y detallado esquema, parecido a una tela de araña, preparado por el Ministerio de Hacienda sobre las relaciones entre unos Bancos y otros y sus correspondientes Gobiernos, revela más información que muchos estudios y explica nítidamente dónde mejor convenía depositar los bienes del Gobierno republicano bajo las bombas.
Cuando primero se abrieron los legajos, mi mirada no siendo la de un historiador, sino más bien la de un simple observador, fue al aspecto humano o más bien inhumano de la contienda: las condenas, por ejemplo; son pocas y, por lo general, mi abuelo trataba de ver cómo disculpar a los condenados, cerciorándose de que tuvieran una defensa correcta. Me era imposible hacer abstracción del agobio de un hombre cuya vocación, como médico, era hacer vivir, no morir, y como jefe del gobierno estaba en la obligación de luchar por la República y aplicar la ley por dura que fuera.
El archivo dice mucho sobre la personalidad de su titular, por ejemplo muestra su mente  científica en la reorganización de los Ministerios tras su llegada a la Presidencia del Consejo de Ministros; también instruye sobre los que dirigía, y, aunque no sea lo más significativo del archivo, ilustra también el comportamiento del ser humano en tiempos de guerra, algunos solidarios, otros menos: hay por ejemplo denuncias a vecinos por vender dos patatas en el mercado negro. Estas cartas están, por lo general, marcadas con una “A” en rojo, es decir, para archivar sin más y, junto a esas terribles y mezquinas cartas, otras de niños, buscando a sus padres, o pidiendo un regalo de Navidad para una hermanita, huérfana, y, más terrible aún sabiendo lo que siguió, hay una carta de un rabino francés pidiendo auxilio para los ya perseguidos judíos de Italia y de Alemania.
Este archivo habla del que lo preservó, habla de los que han querido olvidar y que no debemos olvidar; no tiene nada que esconder, todo lo contrario. Es un instrumento para un futuro mejor
Junto a éstas, hay cartas más anecdóticas, como la de su antiguo discípulo, Severo Ochoa pidiendo con insistencia pasaportes para él y su familia, o las de diplomáticos quejándose de que no les ha llegado el sueldo. ¿Y cómo les iba a llegar si los Bancos ingleses responsables de los giros interrumpieron sin avisar los envíos de los cheques? ¿Sería así como entendían la aplicación de la No-Intervención? En un instante, en esas cartas, bien conservadas, vuelve a aparecer sin reparos y sin pudor el drama cotidiano de la guerra. Un relato detallado, un relato trágico, donde los partes de guerra se van haciendo más cortos y más seguidos a medida que se va acercando el desenlace.
Un archivo vive, habla, cuenta, permite confrontar los mitos con las realidades; es un instrumento de verdad y de transparencia y, si se usa con la seriedad que merece, puede transformarse en un instrumento de paz. Este archivo habla del que lo preservó, habla de los que han querido olvidar y que no debemos olvidar; no tiene nada que esconder, todo lo contrario. Es un instrumento para un futuro mejor.

*Carmen Negrín es nieta del presidente Juan Negrín

DdA, X/2.661

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