lunes, 24 de febrero de 2014

TSUNAMI MEDIÁTICO DE MENTIRAS SOBRE LOS INCIDENTES EN VENEZUELA

  Represión en Chile
Lazarillo

Más que recomendable el artículo que publica hoy mi querido compañero y amigo Rodrigo Vázquez de Prada en Crónica Popular, acerca del auténtico tsunami manipulador y tergiversador que sobre los incidentes que están teniendo lugar en Venezuela  están exhibiendo determinados medios de información, que se abastecen de modo interesado de fuentes más que turbias centradas en la oposición venezolana. El artículo ilustra fehaciente y nutridamente algunos ejemplos de esa bochornosa antología de dislates, similar a aquella falsa fotografía en portada y a cuatro columnas del fallecido presidente Hugo Chávez en el quirófono, que de modo tan rotundo acabó hace casi un año con los restos de prestigio de los que vivió muchos años el diario El País. Convencidos de que las oleadas manipuladoras proseguirán, analizemos con Vázquez de Prada la que nos ocupa:

"A finales de los años setenta del pasado siglo, el gran periodista y escritor Manuel Vázquez Montalbán lo decía en uno de sus libros “La palabra libre en la ciudad libre”:La prensa burguesa tiene en cuenta los hechos pero deformándolos”. Un ejemplo paradigmático de la venalidad de los medios de comunicación y de su función al servicio del poder económico y de la transmisión de la ideología dominante lo constituyó ya a finales del siglo XIX el tramposo estilo de hacer Periodismo del magnate norteamericano William Randolph Hearst. Su deleznable concepto del Periodismo y su permanente vulneración de los mínimos códigos deontólogicos quedaron magistralmente retratados en el “Ciudadano Kane” de Orson Welles. Hearst creó el concepto de Periodismo amarillo y, lamentablemente, su antimodelo del Periodismo veraz creó escuela. Y, lo que es peor, tuvo muchos seguidores, algunos de los más relevantes en España.
De entonces acá, la manipulación informativa ha sido una de las armas más utilizadas por el pensamiento reaccionario contra los avances de las alternativas democráticas y revolucionarias. En algunas ocasiones, tal manipulación de los contenidos informativos se lleva a cabo de forma sutil, mediante la difusión, planificada concienzudamente, de una sofisticada batería de mensajes. A veces, mensajes realmente subliminales difíciles de captar en una primera lectura por la opinión pública. En otras, sin embargo, el asalto al derecho a la información de los ciudadanos se desarrolla de forma tan burda como potente, partiendo del principio de que una mentira mil veces dicha termina convirtiéndose en verdad. O, dicho con otras palabras, de la eficacia del calumnia que algo queda.
Ambos mecanismos fueron denunciados hace ya varios años por los especialistas en análisis de contenidos. Entre otros, por Aurora Labio, profesora de Periodismo de la Universidad de Sevilla, en su trabajo “Poder y manipulación informativa. Una aproximación desde el pensamiento crítico”, publicado en 2005 en la revista digital latinoamericana especializada en Comunicación “Razón y Palabra”. Para ella, “la información sufre hoy en día las consecuencias de un sistema mercantilizado que antepone el resultado económico a la función pública y no es extraño así que, en la consecución de ese interés, el mensaje sufra un proceso de manipulación que puede resultar más que evidente, pero que también puede diluirse a través de mecanismos no reconocibles por el receptor”
Pero no se trata tan solo de manipular la información tan solo para vender periódicos. O, lo que es lo mismo, para engrosar la cuenta de resultados de las empresas editoras que, en realidad, ésa es la forma de entender la libertad de expresión por parte de la gran mayoría de los grupos de comunicación. En el trabajo mencionado, la profesora Aurora Labio llegaba a la conclusión de que “los procesos de concentración y transnacionalización han convertido a la comunicación y la información en negocios seguros, por sus beneficios y por su capacidad de influir sobre la población mundial”.
Lo cierto es que, hoy más que nunca, los medios de comunicación son las trincheras desde las que el poder económico y político lanza continuas campañas de desinformación ante una opinión pública realmente indefensa ante el bombardeo sistemático de mensajes sobre todo a través de los medios audiovisuales. Los objetivos pueden ser varios. Tergiversar las políticas de los Gobiernos progresistas, a los que califican despectivamente de populistas cuando no de dictatoriales; derribar Gobiernos incómodos para sus intereses que tratan de recuperar para el pueblo la soberanía arrebatada por las oligarquías de sus países al servicio de las transnacionales; crear el caldo de cultivo para justificar y legitimar las intervenciones militares del bloque imperialista que los tiren por tierra y hacerse con el control del petróleo y otras materias primas; y, en todos los casos, inocular en la sociedad la ideología de las clases dominantes que permita la perpetuación de su modelo, el diseñado por el capitalismo de nuestros días, en su versión neoliberal. +@ en CRÓNICA POPULAR.

DdA, X/2.632

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