domingo, 2 de febrero de 2014

MALEANTES BIEN VESTIDOS, NECIOS SIN ESCRÚPULOS

Jaime Richart

En pleno siglo XXI, en este país vivimos un clima medieval maquillado con tecnologías de última generación. Sólo les falta a los muchos señores feudales instituir el derecho de pernada. Nuestra consternación no es ya sólo por los millones que viven la pobreza. Muchos más millones con empleo viven cada día con el corazón en un puño por el temor a perderlo. En tales condiciones ¿quién tiene la presencia de ánimo para hacer un plan de vida que no sea el vivir sólo el momento? ¿quién puede pensar en tener hijos o formar una familia si no los va a poder mantener ni educar? ¿quién, a menos que disponga del total precio, puede decidirse a comprar una vivienda ante el alto riesgo de no poder pagar los plazos? ¿quién confiará a un banco el poco dinero que tiene, y qué banco prestará dinero a la inmensa mayoría que carece de patrimonio o es insolvente? La desconfianza emponzoña todo proyecto, todo contrato e incluso toda relación personal. Por una tarea y unas monedas se pelean en silencio millones de personas... Es tal la descomposición del tejido social que nadie confía en nadie, pues el engaño, la trapisonda, la maquinación, el abuso y la injusticia se enseñorean de este país.
 
Ver el otro día a ese tal Blesa saliendo del juzgado ante cientos de personas, rodeado de guardaespaldas, entrando luego en su coche blindado; saber que este tipo nada en la abundancia, con sus mansiones aquí y allá, con sus yates, con su jet, con lo que fueron multimillonarias retribuciones y luego  multimillonaria jubilación, y todo a costa de miles de personas a las que dejado en la miseria y han de vivir de la beneficencia ¿alguien en su sano juicio imagina que la desigualdad que aplica la justicia al dictar sentencias y si no el indulto, no son exactamente el reflejo de la desigualdad social y las diferencias humillantes entre estos maleantes y la inmensa mayoría de la población?

Para colmo de mi exasperación, cuando ahora un juez (y otro juez años atrás) actúa como el recto sentido le dicta frente a un presunto delincuente al que decide ingresar preventivamente en la cárcel, fuerzas oscuras políticas, judiciales y mediáticas se abalanzan sobre él y le despedazan. Es más, la mayoría de los propios periodistas, pese a ser ellos mismos los que han investigado lo suficiente como para explicar por qué el juez dictó el auto de prisión de ese desalmado, le ponen en la picota, le sacan a relucir supuestas o inventadas verguenzas y se muestran abiertamente hostiles a él atribuyéndole afán de protagonismo y otras infamias.

Los que defienden con uñas y dientes este sistema (además de la cerrazón habitual porque tienen la vida resuelta), repiten y repiten la manida consigna de que éste es el menos malo de los sistemas. No profundizan un poco para observar que demasiado a menudo los que se sitúan por encima de los demás en la sociedad (como este canalla metido a banquero y más allá de su presunta buena memoria para opositar a un Cuerpo del Estado) no son los más inteligentes ni los más capaces, sino maleantes bien vestidos, necios sin escrúpulos entrenados para, con estratagemas, argucias y falsedades, adueñarse del dinero de ahorradores, como en otros casos del dinero público.

¿Cuáles son las consecuencias de este sombrío panorama? Pues el empobrecimiento del país entero y el empobrecimiento de millones de personas que han de viví de la beneficencia. La falta de ilusión, la enfermedad, la desesperación. Y luego, la restauración del estatuto de siervo o esclavo asignado a muchos otros millones, que tienen la dudosa "suerte" de dejarse la piel para otros para malvivir.

¿Cuáles son las consecuencias de este sombrío panorama? Pues el empobrecimiento del país entero y el empobrecimiento de millones de personas que han de vivír de la beneficencia. La falta de ilusión, la enfermedad, la desesperación y la restauración del estatuto de siervo o esclavo asignado a muchos otros millo­nes, que tienen la dudosa "suerte" de dejarse la piel para malvi­vir.... son las señas de identidad de la actual España.


DdA, X/2.610

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