Leíamos ayer que
la mitad de la riqueza mundial está en manos de un insultante 1 por ciento de
la población, por lo que no parece que los objetivos del milenio -establecidos
para el año que viene- vayan por buen camino. Esa diminuta minoría privilegiada
amasa una fortuna que asciende a 110 billones de dólares, lo que representa una
cifra que multiplica por 65 la riqueza de la mitad de la humanidad más pobre.
Sabemos que 85 grandes
potentados -quizá fuese más correcto decir monstruosos- son propietarios de tanto dinero
como el que suman 3.570 pobres del planeta. Con referencia a España, serían
veinte los ciudadanos que juntasen una fortuna equivalente a la de nueve
millones de sus ¿conciudadanos? más pobres. Son datos, tan demoledores como
recientes, ofrecidos por Intermón Osfam, demostrativos de que la desigualdad
social no ha dejado de incrementarse en los últimos tres decenios y de que la
crisis que diezma a los trabajadores les aprovecha a magnates.
Por lo que respecta a nuestra región, el 20 por ciento
de los contribuyentes asturianos más ricos acapara el 43,3 por ciento de todos
los ingresos declarados en 2012, según la información facilitada por los
Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) en su informe titulado “La
desigualdad en crisis: hombre rico, hombre pobre”, presentado en el último de
sus congresos anuales celebrado en Granada. Este último porcentaje se eleva al 44 por
ciento en el conjunto de España.
El balance abochorna
porque, además de dejar en evidencia un desequilibrio tan notable en los tres
niveles que se subrayan -mundial, nacional y regional-, estos datos han sido
revelados en el transcurso del penúltimo año antes del plazo establecido (2015)
para completar los llamados Objetivos del Milenio. Eran ocho y son pocos los
que se lograrán, pues según el último informe al respecto de las Naciones
Unidas se ha dado por segundo año consecutivo una notable reducción de los
fondos que dedican los países ricos al desarrollo.
Esos objetivos, como se recordará, fueron acordados por la comunidad
internacional en el año 2000 y consistían entre otros en erradicar la pobreza
extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, promover la
igualdad de género, reducir la mortalidad infantil y mejorar la salud materna.
Los 85
superpotentados caben en cualquier escenario donde pueda actuar una gran
orquesta. ¿Qué se podría hacer con ellos para que los políticos del mundo no
formulasen más promesas incumplidas como la de los Objetivos del Milenio? ¿Es
acaso creíble que quienes de verdad gobiernan el mundo con sus finanzas puedan
ser convencidos por quienes no lo gobiernan políticamente -y dicen ser nuestros
representantes-, a fin de que los primeros dejen de comérselo a dentelladas y
repriman un poco su glotonería en favor de sus más depauperadas víctimas?
Y termino: ¿de qué
sirve la política si quienes la hacen no son capaces de librarnos de la lacra
que para la dignidad e inteligencia del género humano suponen esos datos?
¿Alguien se imagina a esa peña de megapotentados recibiendo en ese imaginario
escenario el mensaje documentado de sus tropelías? ¿Qué voz, que razón y qué
argumento se podrían utilizar en contra de su monstruosa codicia para paliarla
o evitarla? ¿Entienden de razones quienes la han perdido ganando, contra la
razón humana, todo el poder del planeta?
*Artículo publicado hoy también en Astures.info
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