Lazarillo
La Brigada Político Social (BPS) en Valencia, la policía del
franquismo que se dedicaba a perseguir a los movimientos de oposición al
régimen, sufrió en el año 1972 un escrache incitado por las páginas del
periódico clandestino Verdad, órgano del Comité Provincial del Partido Comunista de España. En su contraportada se publicaron los nombres de los agentes, sus
domicilios y teléfonos. Ésta fue la respuesta a las torturas que
denunció haber recibido un grupo de jóvenes estudiantes detenidos en
abril de 1971. Algunos de ellos se han adherido a la querella argentina
que investiga los crímenes del franquismo, en la que denuncian haber
sufrido las torturas y malos tratos de policías como Manuel Ballesteros,
Benjamín Solsona o Jacinto López Acosta.
El periódico La Marea ha hablado con ellos para el número con el que, a partir de hoy viernes, cumple un año en los kioscos. Ha recogido el relato
de los hechos, de esos 15 días en comisaría donde aseguran que se
sintieron en manos de una policía que “podía hacer lo que quisiera”. Muchos de estos miembros de la BPS tuvieron puestos de gran
responsabilidad tras la caída del franquismo. Ellos ya lo decían en su
momento: “No os equivoquéis, cuando llegue la democracia nosotros
seguiremos aquí”. Y se cumplió. Ahora, la vía argentina abre una nueva
vía para que sus actos “no queden impunes”, según cuentan los
denunciantes, que la resumen en una sola frase: “no es una cuestión
revanchista, sino de justicia”.
Juan José Millás
La electricidad lleva camino de convertirse en caviar. Cada vatio,
una hueva, no sabemos si de beluga o de sevruga, tendríamos que
preguntarle a Miguel Blesa. Un producto prohibitivo, en fin, para la
mayoría. Nuestros representantes políticos, si queda alguno que merezca
ese nombre, deberían explicarnos cómo hemos llegado a esta situación en
la que un servicio esencial ha devenido en artículo de lujo. Sería
interesante que alguien escribiera una historia de la luz, donde se nos
contara cómo se privatizó este sector estratégico, en manos de quién se
encuentra ahora, y cómo calmar su voracidad. No entendemos la trampa
verbal del llamado “déficit tarifario” cuando Endesa, por ejemplo,
obtuvo 2.212 millones de euros de beneficios netos en 2011. Ya me
gustaría vivir con un déficit económico de esa naturaleza.
Las eléctricas son empresas reguladas, de modo que una parte de las
subidas las decide el mercado y otra parte el Gobierno. El problema es
que, en esto de las subidas, el ministro de Industria no solo obedece
ciegamente al mercado, sino que ha decidido obedecerse a sí mismo tras
una breve etapa de rebeldía en la que no acababa de ponerse de acuerdo
con su conciencia. Ignoramos qué parte de él ganó a qué otra, lo cierto
es que después de jurar que no lo haría, lo ha hecho. El resultado es
que nos van a dar por los dos lados. Si hubiera tres, nos darían por los
tres. Seguro que hay alguien trabajando en ello.
La oposición en bloque, en un acto de caridad, que no de justicia, ha
propuesto en el Parlamento que no se cortara la luz, durante los días
de frío, a las familias pobres. El PP, tras calificar la iniciativa de
demagógica, ha votado que no. Quiere decirse que este invierno morirán
helados bebés demagógicos y ancianos demagógicos y enfermos en general
demagógicos. Todo esto empieza a ser la hostia.
DdA, X/2.574
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