Antonio Aramayona
Todo el mundo se quedó mudo por el asombro o la vergüenza cuando se enteró de que la alcaldesa de Madrid, Ana Botella,
había declarado públicamente que la ideología sustentada por el PP y la
reforma laboral perpetrada igualmente por el PP son las que "más
progreso han traído a la humanidad". Algunos optaron por la ironía y
otros por los improperios y las descalificaciones personales, pero pocos
se pararon a pensar en el verdadero meollo de la cuestión: qué entiende
el PP por progreso, y si esa idea de progreso es la que está llevando a
que en este país los ricos sean cada vez más ricos y el resto, cada vez
más pobres. Quienes se detuvieron a pensar y analizar críticamente la
frase de Ana Botella estaban dando en la diana de pleno, estaban
haciendo filosofía.
La LOMCE o Ley Wert, recientemente
aprobada, dice pretender, como su propio acrónimo indica, "la mejora de
la calidad de la educación", lo cual presupone que ya hay calidad y que
el PP es capaz de indicar el camino para mejorarla. Para ello refuerza
las denominadas "competencias básicas": Lengua, Matemáticas (en
Finlandia se dan menos horas de Matemáticas que en España y sus notas
son bastante mejores) y Ciencia, materias sobre las que el Informe Pisa
nos examina/suspende sucesivamente (¿quién examina el examen del
examinador?). Se insiste, pues, en las asignaturas troncales (más horas a
la semana tropezando en la misma piedra), y al alumnado sigue sin
gustarle leer, escribe mal, y es una fuente de puestos de trabajo, pues
muchas familias se gastan el poco dinero que tienen en academias y
profesores particulares de refuerzo con la esperanza de que sus hijas e
hijos dejen de suspender o de sufrir en matemáticas y ciencias.
Según la LOMCE, ahora es el "mundo productivo" el que debe señalar qué y
cómo enseñar y estudiar. El saber ha de ser "instrumental", ha de ser
útil, servir para algo, como las lavadoras, los televisores, los
bolígrafos o los móviles. El mundo de la empresa señala qué investigar,
qué saber y qué no saber. Hay que dejarse de "marías", de materias que
"distraen" (como un día nefasto dijo el nefasto ministro Wert), hay que
centrarse en "lo básico", nada de cultivar disciplinas que fomentan y
animan el buen gusto, la sensibilidad, el disfrute de conocer, la
inteligencia emocional. La empresa y el mundo productivo son los que
mandan, y lo que menos les interesa es que el ciudadano piense. Por eso
no quieren filosofía en el currículo, por eso la reducen a tan poca cosa
en la LOMCE, la ley sobre educación del PP. Los amos dictan y los
siervos obedecen.
La LOMCE elimina la asignatura obligatoria de
Ética de cuarto de la ESO, poniendo a cambio una asignatura para el
alumnado que no este matriculado en Religión: "Valores Culturales y
Sociales" en Primaria y "Valores Éticos" en Secundaria. O religión o
valores culturales y sociales, en Primaria. O religión o valores éticos,
en Secundaria. El PP ha dado una vuelta de tuerca más hasta llegar al
absurdo. Kant confiesa al final de su Crítica de la Razón Práctica
que hay dos cosas que llenan su ánimo de admiración y respeto, cuanto
con más frecuencia y empeño reflexiona sobre ellas: el cielo estrellado
sobre él y la ley moral en él. El presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, su ministro Wert, han hecho de esa inefable ética kantiana una simple y vulgar "alternativa a la religión".
Igualmente, la Filosofía se convierte en una mera optativa en 2° de
Bachillerato de Humanidades, y solo pervive en 1° de Bachiller. Grandes
sabios y personas de altura intelectual de primer orden han dedicado su
vida a pensar y escribir sobre libertad, verdad, persona, bien-mal,
error, religión, poder, alienación, humanidad, emancipación, revolución,
etc. Con la boca pequeña la LOMCE declara la Filosofía asignatura de
segundo orden. En realidad, la LOMCE y los inspiradores de la LOMCE la
consideran peligrosa. El ciudadano debe consumir y cumplir las leyes
(sean cuales fueren). El ciudadano no debe pensar. La escuela debe
aquietar, no inquietar (no dejar quieto) el espíritu libre y crítico de
quien aprende. Por eso, cuanto menos se imparta en las aulas, mejor.
¿Cómo concebir una verdadera democracia sin una ciudadanía que piense
de forma autónoma, libre y crítica? El último dictamen del Consejo de
Estado recomendaba conceder más importancia a la Ética, la Educación
para la Ciudadanía y la Filosofía, pero el peso del mundo de la empresa y
de los intereses creador del poder han dejado tal recomendación en agua
de borrajas. Cada inicio de curso decía a mis alumnos que esperaba que
durmieran cinco minutos menos cada noche, mientras durara el curso, por
la emoción de tener Filosofía al día siguiente. Quería así transmitirles
que pensar puede ser una aventura diaria apasionante, y que
intercambiar puntos de vista constituye el eje principal de la humanidad
individual y social que hay en cada persona. No otra cosa es y debe ser
la Filosofía. Y por eso el PP la estrangula en su LOMCE.
DdA, X/2.558
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