lunes, 11 de noviembre de 2013

CATALUÑA, ISRAEL Y EL PUEBLO OPRIMIDO

Félix Población


Antes que el actual presidente de la Generalitat, que acaba de visitar Israel en compañía de un grupo de empresarios catalanes con intenciones de hacer negocio, ya su predecesor Jordi Pujol se mostró manifiestamente proclive al sionismo durante sus muchos años de mandato. Artur Mas, en un entrevista publicada por el diario Yedioth Ahronoth, el de más difusión de aquel país, dijo que Cataluña es un pueblo que quiere volar alto, aunque algunos le quieren cortar las alas. Cataluña no busca conflictos ni guerras -afirmó-, sino preservar su identidad y desarrollar un proyecto de futuro para vivir mejor. Acto seguido comparó a Israel con Cataluña como naciones incuestionables.

Al margen de esos afanes económicos, es más que probable que tanto Pujol como Mas hayan considerado y consideren que las buenas relaciones con ese país son substanciales para emprender el proceso de autodeterminación en que el partido de ambos se ha embarcado. Puede que tanto Mas como Pujol estimen que el reconocimiento internacional de Israel como Estado en 1948 sea un precedente a considerar para que, más pronto que tarde, pueda ocurrir lo mismo con Cataluña, comunidad a la que no pocos de los nacionalistas catalanes consideran inscrita con el calificativo de país oprimido por España cada vez que hacen ostensibles sus reivindicaciones de independencia. 

No encontramos, sin embargo, en ninguno de los presidentes de la Generalitat citados ni una sola manifestación que haga referencia al verdadero pueblo oprimido en aquella región de Oriente Medio, que como todo el mundo sabe es el pueblo palestino, y cuyos territorios están ocupados militarmente por el Estado de Israel desde 1967 en contra de los acordado por el Consejo de Seguridad de la ONU.

Como es obvio, toda consideración por parte del actual presidente de la Generalitat acerca de la represión sistemática que está padeciendo ese pueblo por parte de los sucesivos gobiernos de ultraderecha israelíes -incluído el actual-, sería contraproducente, tanto para hacer negocios como para los intereses soberanistas que defiende el partido de Artur Mas, que ha de aliarse por tanto, no con el pueblo oprimido, sino con el Estado fuerte que opime a ese pueblo y al que no deja de cortarle las alas cada día ante la indiferencia de gobernantes que, como Mas, ignoran o son indiferentes a esa sangrante realidad. 

Puntos de Página 


  DdA, X/2.536

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