En España se calcula que hay más de 100.000 desaparecidos a causa de
la Guerra Civil y la dictadura. En España se aprobó una Ley de Memoria
Histórica que, no obstante, solo ha servido para recuperar unos pocos
restos que yacen en fosas comunes, cunetas o laderas de montes. En
Canarias fue el mar el que se convirtió en el cementerio del olvido. En
España, con la llegada de la crisis, y qué decir de las Islas, los pocos
fondos públicos para tratar de luchar contra esa desmemoria han ido
mermando y el mecenazgo privado para estas cuestiones es casi
anecdótico. Sigue pasando el tiempo y dentro de poco llevaremos tantos
años en democracia como en dictadura -la última- y aquellos que fueron
maltratados con la incertidumbre de si un ser querido estaba vivo o
muerto o el lugar donde reposaban sus restos empiezan, también, a ser
olvidados. Las organizaciones que trataron -y tratan- de mantener
encendida la llama de la búsqueda de justicia, ya no legal o moral, sino
simplemente, emocional, desaparecen también y puede que en breve esos
100.000 interrogantes queden como tales en la historia.
Estos días ando inmerso en varias lecturas que por azares inesperados
han confluido en la represión de otra dictadura, la Argentina. El drama
de los desaparecidos argentinos ha tenido mucha más repercusión en el
mundo que los españoles porque no pasaron cuatro décadas para señalar a
los culpables o investigar lo sucedido. Tras derogar la Ley de Punto
Final, la propia sociedad se involucró en el esclarecimiento de tantas y
tantas muertes silenciadas. Existen organismos oficiales encargados de
recuperar todo lo posible para reconstruir los últimos días de padres,
hijos, hermanas, nietos, amigos, esposas, sobrinas etcétera que un día
se evaporaron del mundo, muchos de ellos tras ser torturados. De hecho,
por ejemplo, su labor de identificar restos se ha exportado a decenas de
lugares del planeta donde la crueldad humana se ha expresado
salvajemente. Sumida España en sus Bárcenas, corruptelas infinitas, el
cansino “Gibraltar español” y las cifras macroeconómicas, el eco de
todas esas voces sin rostro va camino del olvido definitivo.
DdA, X/2.453
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