Este asunto debiera resolverse
con un careo ante el juez instructor entre el ex tesorero del partido en
el gobierno y el presidente de gobierno. Pero no hay miedo. Nunca se va
a realizar. El presidente de gobierno va a
comparecer en el Congreso para dar explicaciones sobre las acusaciones
del ex tesorero y ex gerente del partido. El acusador, ahora en prisión
preventiva, afirma haberle obsequiado con asignaciones mensuales
durante varios años siendo él mismo ministro de Administraciones
Públicas, paradójicamente el encargado de vigilar el cumplimiento de las
normas de incompatibilidad entre la remuneración de los ministros del
gobernó como tales y cualquiera otra pública y privada.
La principal defensa y reparo
que periodistas de todos los colores y los políticos del partido
acusados de lo mismo frente a dichas acusaciones suelen hacer es que no
se debe creer a un delincuente del que además ya hay evidencia de que ha
mentido, y sí se debe creer a un presidente de gobierno por el hecho de
serlo y porque es un hombre honrado. Olvidan deliberadamente que
cualquier persona necesita casi toda una vida para conseguir buena fama,
pero puede perderla, y así sucede con frecuencia, en un sólo
descuido.
En primer lugar este mismo
"delincuente" ha sido defendido hasta hace dos días por los que ahora
basan su defensa en imputarle falta de credibilidad. Han llevado tan
lejos esa defensa, hasta el punto de haberle oído decir al presidente
que "nadie podrá probar que no es inocente".
En segundo lugar, con
independencia de que el encarcelado sea un delincuente provisional hasta
que aclare de dónde proceden cincuenta millones o más repartidos por
paraísos fiscales, su credibilidad o falta de credibilidad no está muy
lejos de la que ha cosechado el presidente de gobierno a lo largo de dos
décadas. Desde aquella ridícula mentira consistente en calificar de
"hilillos de plastilina" lo que eran toneladas de fuel saliendo por el
casco del petrolero Prestige siniestrado, hasta sus declaraciones hechas
a lo largo de la legislatura, desmentidas, todas y cada una por la
siguiente y por la realidad, este señor no ha hecho otra cosa que mentir
a la ciudadanía.
En tercer lugar, estas
acusaciones, antes de concretarse para la opinión pública gracias a la
comisión rogatoria atendida por un banco suizo, por cierto remitida por
un juez injustamente apartado de la carrera judicial, vienen precedidas
de la sospecha generalizada en la ciudadanía española de que los
políticos en general y este partido en particular dejan mucho que desear
en materia de honradez y honestidad. Razón por la cual las acusaciones
del ex tesorero y las que hizo en el origen de todo este culebrón
político un concejal del propio partido, tienen todos los ingredientes y
verosimilitud posibles de ser creídas y ser verdad.
En resumidas cuentas, nunca, en
treinta y cinco años de parodia de democracia en este país, ningún
presidente hasta el actual ha sido tan mentiroso, y nunca hemos tenido
la convicción, tanto moral como material, de que nadie podrá probar que
este presidente es inocente.
DdA, X/2.447
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