En España el valor del pueblo y
el de las minorías selectas siempre ha sido muy desproporcionado. Todo
lo que ha hecho España lo ha hecho el pueblo, y lo que no ha podido
hacer el pueblo se ha quedado sin hacer. Pero una nación no puede ser
sólo pueblo, necesita una minoría superior, un cerebro central. El
pueblo sólo puede ejercer funciones elementales de vida, no puede crear
una civilización ni originar un Estado. Esto es misión de minorías.
Pues
bien, la persistente falta de minorías auténticamente superiores ha
generado en el pueblo una ceguera que le impide distinguir a los mejores
de los peores, y cuando aparecen personas excelentes no sabe
aprovecharlas y las aniquila o ellas mismas se autoexcluyen. Esto
viene de muy lejos. A diferencia de otros pueblos donde lo importante y
el fin principal nunca fue ser propietario, sino en último término
dirigir y tener leales, en España el principal objetivo es ser
propietario, tener dinero y cobrar. Todo esto influye poderosamente en
el devenir de este país, siempre fluctuando entre implacables
absolutismos, y a la cabeza el religioso, y grandes propietarios sin
ideas, sólo deseosos de dinero, incapaces de generar felicidad y menos
de facilitar el reparto de la riqueza y propiciar la menor desigualdad
posible.
Lo más importante que ha hecho España fue la
colonización. No obstante, la conquista y la colonización que
engendraron otros pueblos fueron una obra popular, la obra de un pueblo
sin propósitos conscientes, sin directores y sin táctica. Pero no podía
dar a las naciones que engendraba lo que no tenía: disciplina superior,
cultura vivaz y civilización progresiva. Aparte de esto ha dado muchos
genios y siempre ha descollado el talento individual sobre el colectivo
secuestrado por castas, clanes y tinieblas.
Así es que faltan
los mejores; desde siempre han gobernado los peores, y los "buenos" se
han limitado a estar, haciéndose cómplices del predominio de los otros;
el engaño y el saqueo atraviesan toda la historia del país; todo lo que
se ha hecho lo ha hecho el pueblo y lo que no ha hecho se ha quedado sin
hacer; y, en fin, la retórica" (especialmente la jurídica) es
herramienta elástica del lenguaje que permite defender una tesis como su
contraria.
En tales condiciones, la Justicia debiera comprender que
la única posibilidad de regeneración de este país pasa por sus manos. Y
que la presente crisis trae la ocasión histórica de que el pueblo tome
por fin las riendas de su destino. Como las ha tomado el pueblo en
Islandia tras encarcelar a sus proxenetas sociales... Pero dijimos que
el pueblo precisa de una minoría superior, un cerebro central. Pues
bien, una asamblea constituyente elegirá de entre el pueblo, el pueblo
de los no necesariamente ilustrados, a los mejores (la anterior fue
cualquier estamento menos del "pueblo"). Ya se encargarán luego ellos de
negociar con Europa desde la óptica apropiada.
DdA; X/2.423
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