“Nuestras vidas no serán explotadas desde el nacimiento hasta la
muerte;/ los corazones padecen hambre, al igual que los cuerpos/. ¡Pan y
rosas! ¡Pan y rosas!”.- Así rezaba el final de una canción popular que a
principios de 1912 hizo famosa un grupo de obreras textiles de una
fábrica de Lawrence (Masachusets). Ellas querían el pan, en forma de un
salario justo, pero también las rosas que representaban su dignidad.
Mujeres humildes que se organizaron para plantar cara a la explotación
de la que eran objeto. Mujeres calificadas de revolucionarias que
pertenecían a una saga de trabajadoras anónimas que combatieron por sus
derechos laborales en una sociedad patriarcal y opresora con el género
femenino.
Un siglo después otro colectivo mayoritario de mujeres,
esta vez aragonesas, reclama su dignidad en forma de pan y rosas.
Limpiadoras de los Hospitales y centros sanitarios aragoneses que optan
por no resignarse como dóciles borregos. No pretendíamos ser un símbolo.
Únicamente salvaguardar nuestro salario y nuestros puestos de trabajo.
Pero tanto orgullo obrero femenino está sacando de quicio a más de uno.
La administración dice que no es problema suyo pese a que las nóminas se
pagan con dinero público. Hacen oídos sordos a los abusos y tropelías
de las empresas contratadas, a sus incumplimientos, a las reiteradas
vulneraciones de los derechos laborales y de huelga. La Consejería y la
propia presidenta Rudi dicen ser equidistantes en un conflicto
complicado que ya dura casi un mes y aún no tiene visos de arreglarse.
A
causa del desamparo institucional, la vida de estas limpiadoras se ha
transformado en el argumento de un escalofriante thriller con desalojos
policiales, forcejeos con secretas o seguridad privada contratada por
las empresas, huelgas de hambre, ocupaciones de las sedes del gobierno
de Aragón y la Consejería de sanidad, despidos aleatorios
"disuasorios", cajas de resistencia solidarias, protestas ruidosas y
multitudinarias... Y como a las obreras de 1912, el establishment nos
acusa de "hacer causa política". Solo queríamos garantizar el pan de la
familia en estos duros tiempos. Proteger el convenio colectivo de una
reforma laboral que no atiende a criterios económicos. Pero nos dimos de
bruces con una ideología que no siente respeto ni por nuestra
condición, ni por nuestro sexo.
Para sorpresa de todos, las humildes
limpiadoras desempolvan los cañones de Agustina dispuestas a resistir
el sitio neocon. A no reblar ante el ninguneo o la calumnia, las
amenazas y las coacciones. Ante los que nos acusan de insolidarias por
no doblar la cerviz como ya lo hicieron otros. Los que planean
explotarnos doblemente por ser mujeres y obreras. Esos que quieren
robarnos la dignidad de las rosas.
DdA, X/2.411
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