Félix Población
El 1 de abril
de 2005 el escritor y director de cine Pío Caro Baroja firmaba la necrológica
de Walter Reuter en el diario El País
sin hacer apenas referencia a su trabajo como fotógrafo en la Guerra de España. El autor
del obituario se centraba más en la labor desarrollada por el cameraman Reuter
en México, país en el que falleció a la avanzada edad de 99 años, y en donde
con su vieja Laica y luego con una Arriflex de 35 milímetros realizó
un intenso itinerario por las selvas del estado de Oxaca, fruto del cual es un
gran archivo de 35.000 fotografías en el
que refleja la vida y costumbres de las tribus indígenas.
Pero esa es solo una parte de la
larga y saludable vida del fotógrafo alemán (Charlottenburg, oeste de Berlín,
1906), un hombre optimista, de estatura media, con el pelo muy rubio y de
tupidas cejas que, según Pío Caro, se reía por todo y nunca estuvo enfermo
hasta poco antes de su muerte en Cuernavaca. Era un hombre maravilloso, con una
luz muy especial, en palabras de su hija Hely, encargada hoy de conservar y dar
a conocer el legado de su padre en México. Ese carácter afable y alegre se
había forjado, además, en muy adversas circunstancias, pues Reuter hubo de
abandonar su país en 1933, perseguido por el nazismo, para enrolarse más tarde
como corresponsal gráfico en las Brigadas Internacionales que combatían en
defensa de la II República española,
cuya derrota sintió especialmente.
Que el carácter de Walter Reuter
haya sido así fue sin duda determinante para que la entidad de su obra durante la Guerra Civil española se
diferencie notablemente del trabajo de otros profesionales extranjeros más conocidos:
Robert Capa, Gerda Taro o Katty Horna. Estos se centraron sobre todo en dejar
constancia de lo que ocurría en los frentes de combate, cuyo aspecto más
noticioso era el que interesaba a los medios para los que colaboraban, mientras
que Reuter se orientó hacia el lado más amable de la vida civil durante
aquellos tres duros años. Quizá el hecho de haber dirigido su punto de mira a
un objetivo menos noticioso e impactante que el bélico, haya repercutido en
arrinconar a Reuter, olvidarlo o posponerlo en comparación con la afamada
nombradía de sus colegas.
Se da la circunstancia de que el
primer conocimiento público de la obra de Walter Reuter coincide con el año de
su muerte. Unos meses después, en noviembre de 2005, se celebra en la Universidad de
Valencia una exposición bajo el título Educar en guerra (1936-1939): El Instituto Obrero de Valencia en la obra de WalterReuter. Rafael de Penagos, Samuel Gil Gaya, Josep Renau y Antonio Machado
fueron algunos de los profesores de esos centros. El fotógrafo alemán nos
ofrece con su trabajo la visión esperanzadora y pujante de lo que la educación
representaba como clave de progreso para el porvenir de la España republicana.
La comisaria de aquella muestra,
Cristina Escrivá, no ha querido dejar ahí aquel avance primero en el conocimiento
del olvidado Reuter. Por eso acaba de presentar un libro más completo sobre su
obra en España, basándose en el material depositado en la Biblioteca Nacional.
Escribá abre Los ojos de Walter Reuter
-título del libro- a otras vertientes relacionadas con la sociedad española
durante los años de la guerra, imágenes todas ellas amables y vinculadas con la
retaguardia y la vida cotidiana. El álbum viene a ser un punto y aparte en la
cruel realidad bélica y represiva que soportó el país. Las fotografías de
Reuter asombran por su modernidad, por su luz y su plástica. Tienden, según la
autora, al primer plano y al uso de picados y contrapicados que apuestan por lo
horizontal. Más que fotoperiodista, Reuter fue retratista de hechos, y su
mensaje transmite la ilusión por la victoria como motor y fuerza para seguir
luchando.
Puestos a elegir entre aquellas
imágenes las que más pueden darnos una idea de la personalidad y obra de este fotógrafo,
animoso y cordial contra la adversidad de su entorno, atraen las que lo califican
como fotógrafo del aire. Esas jubilosas secuencias gimnásticas y de juego entre
los niños de las colonias escolares organizadas por el Ministerio de
Instrucción Pública no auguraban un futuro tan aciago. Mucho menos, la tan
conocida instantánea del poeta Luis Cernuda en bañador, abrazado y sonriente
con un grupo de amigos y amigas en la playa valenciana de Las Arenas. Fue Cernuda
quien luego escribió en su destierro en Londres: “¿España?” “Un nombre. España
ha muerto”. Esa España podría ser la de Reuter, que habitaba en el olvido hasta que la rescató Cristina Escrivá.
*Artículo publicado en el nº 4 del periódico mensual La Marea
DdA, IX/2347
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