Rafael Cid
A
Felipe González sus amigos de El País le ha hecho una pifia monumental
al vocear su malestar sobre la situación del país compartiendo página
con un militar golpista. Mister X expresaba esta preocupación afirmando
que “hay una crisis institucional que galopa hacia la anarquía”. Por su
parte, el general, al que el ministerio de Defensa no piensa sancionar,
anunciaba “ruido de sables” para frenar la deriva “separatista”. En qué
estarían pensando Cebrian y sus chicos. Un prócer socialista asustando
con la anarquía de tebeo y un jefe del Ejército amenazando con el
esperpento de otro “tejerazo” para salvar a la patria.
Pero
González es muy largo. Todo un maestro en soplar y sorber a la vez. Es
capaz de criticar los escraches por los daños colaterales que pueden
provocar a los peques y al mismo tiempo dar el nihil obstat al pobre
Rubalcaba (que de la noche a la mañana se ha hecho sedicente republicano
y anticlerical) para que el partido amague con renegar de su turbio
papel como aplicado ejecutor de las políticas antisociales dictadas por
la Troika. El rey del tongo galopa de nuevo. Como bien dice nuestro
amigo Antonio Pérez Collado, lo que de verdad teme es que la gente,
concienciada por la crisis que él y los suyos incubaron (González
fue el responsable de la Comisión de Sabios de la UE que ignoró la
debacle en ciernes y recomendó desmochar el Estado de Bienestar),
comprenda que los de su fauna son parte del problema y jamás la
solución. Que abran los ojos al hecho sabido de que aquí y ahora los
dirigentes y las instituciones que usurpan en su propio beneficio son el
verdadero enemigo del pueblo.
Seguramente
es a ese concepto chusco de “anarquía”, como equivalente a caos,
desorden y chanchullo, al que se refiere González en su filípica. De
hecho, a su entrañable Manolo Chaves, presidente del partido, le faltó
tiempo para atajar de un manotazo en el pupitre de una diputada el apoyo
al “escrache” que estaban realizando los afectados de las preferentes
desde el gallinero de la cámara baja. Lo que impacienta al consejero de
Endesa y colaborador emérito del hombre más rico del mundo, el mexicano
Carlos Slim, es lo mismo que corroe al general golpista: que el pueblo
asuma su propio destino sin intermediarios ni abogados de oficio. Lo
dice sin tapujos Felipe González en otro pasaje de su pronunciamiento:
“Las élites de referencia han dejado de existir en todos los ámbitos y
sin ellas un país tiene un problema muy serio. Si no cuidamos las
instituciones podemos caer en otro momento oscuro de la historia”. Las
élites, ellos y sus negocios varios.
Quieren
una segunda transición controlada desde arriba para seguir
aprovechándose del “orden establecido”, y anuncian el diluvio si no nos
dejamos llevar, como hicieron con la primera transición cuyas
consecuencias estamos pagando los de abajo. El espíritu de la transición
como caja negra. Esa genial estafa que perpetraron los últimos
fascistas comprando la voluntad de los dirigentes de la izquierda que
teóricamente iban a merendarse a los fachas. La vieja guardia del
Movimiento Nacional y los líderes del PSOE y del PCE haciendo manitas
porque Franco murió en la cama y ellos no podían arriesgar sus flamantes
carreras políticas por idealismo.
Por
eso el trasnochado Felipe González y el energúmeno de caqui vuelven a
la carga con su ridículo comecocos. Y lo hacen en el foro adecuado. En
la Asociación para la Defensa de la Transición. El templo del consenso,
que es el arte mediante el que unos pocos deciden por todos. Una especie
de casino militar fundado y presidido por Andrés Cassinello Pérez, el
responsable de los servicios secretos durante la Transición y jefe del
Servicio de Información de la Guardia Civil en el 23-F, que además
cuenta entre sus directivos a Teodulfo Lagunero, el mecenas comunista
que financió las actividades del ex secretario general del PCE Santiago
Carrillo al volver a España para abrazar la Monarquía del 18 de Julio.
¡¡ A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar...!!
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