La noticia se difundió el pasado mes en algunos medios -pocos- y el caso fue denunciado por alguna asociación profesional. Se trata, como señala el denunciante, de una indigna oferta laboral que tiene por protagonista a un periodista y pone en evidencia el denigrante grado de explotación a que están o pueden verse abocados quienes tienen por oficio -teóricamente- el de ser nada menos que soportes de la democracia, pues se ha repetido hasta la saciedad que no hay democracia sin información y opinión libres. Sépanlo todos aquellos que colaboran de modo gratuito en deteminados medios de información con ánimo de lucro: cuando se hace esto, bien por vanidad o bien por supuesto altruismo -en el supuesto de que el medio sintonice con nuestras ideas o nos permita expresarlas-, se está colaborando en cierta medida con lo que Antonio Martín expone en su escrito. Ningún profesional debería aceptar no ser remunerado por su trabajo cuando lo realiza como colaborador para una empresa que tiene por objetivo fundamental generar ganancias o hacer negocio. Eso, a la larga, contribuye a la infravaloración de la profesión y puede traer consigo que se resienta cada día más el producto del trabajo en el sector, con una creciente y ostensible pérdida de calidad y profesionalidad en los medios, coincidente en buena medida con esas ofertas de trabajo a la mínima como la que nos ocupa. Si a ello añadimos la dependencia que en demasiados casos mantienen los medios con muy concretos intereses partidistas empresariales, no es de extrañar que la audiencia se vaya distanciando de ese periodismo. Lo que dice Antonio Martín en su página es interesante, pero no lo son menos algunos de los muchos comentarios que ha despertado su artículo:
"Si algo hemos generado en estos años de crisis general y
sectorial en el mundo de los medios de comunicación es un nuevo modelo
de empresa ciertamente innovador. En la comunicación, con la explosión
del ámbito digital y la multiplicidad de canales con los que se puede
emitir un mensaje informativo, se han ido creando proyectos regidos por
un patrón muy similar. Lo podríamos bautizar como el modelo de la tortilla sin rotura de huevos.
Sin apenas inversión en instalaciones y con recursos informáticos
gratuitos o muy baratos, se crea un medio de comunicación. El riesgo es
mínimo, y se puede reducir más: ofreciendo salarios irrisorios a la
plantilla. A este carro se han subido empresarios del sector, pero
también, y especialmente, advenedizos con poca o nula formación reglada
en el terrero de la Comunicación y menos ética profesional. La receta de
la tortilla sin rotura de huevos es sencilla. Sin necesidad de sacrificar capital-huevos intentamos obtener la tortilla de los ingresos publicitarios. Para que la tortilla
cuaje, es necesaria la presencia de una víctima propiciatoria: alguien
dispuesto a trabajar por menos que el resto, por necesidad económica las
menos de las veces o por hipotética proyección laboral en la mayoría de
los casos. En esto, en el sector la comunicación hemos tenido mucha
culpa todos al aceptar condiciones impensables en otras profesiones.
Quizá fueran otros tiempos, pero las aceptamos. No obstante, llega un
momento que la desvergüenza de estos proyectos empresariales alcanza un
límite. Esta semana he conocido un punto de no retorno en cuanto a
propuestas laborales de este tipo. Ya es hora de que los profesionales empecemos a denunciar con nombres
y apellidos de las empresas y personas responsables de estas
situaciones. Sin temor, porque no hay nada que perder. Al menos, sin
nada que perder nosotros. No ellos.
El pasado viernes 22 recibí la más indigna oferta laboral en toda mi
carrera profesional. Asumiendo la realidad del contexto económico, hay
límites legales y de dignidad que no se deberían atravesar. La empresa
oferente, Diario de Salamanca SL, los superó con
creces. No fui el único el que recibió la oferta, lo que, lejos de
consolarme, me solivianta aún más. Una quincena de personas escuchamos
la siguiente propuesta: un contrato de media jornada, con el compromiso de realizar una jornada completa incluidos fines de semana, por 300 euros.
Sí, 300 euros, menos de la mitad del salario mínimo interprofesional de
2013 y aceptando la ilegalidad de trabajar el doble del tiempo
cotizado. La persona que realizó esa oferta en nombre del medio digital
Diario de Salamanca fue Ángel Luis Sánchez. Hasta cinco
entrevistados, entre los que me incluyo, ya hemos trasladado una queja
al servicio de Empleo de Castilla y León. Espero que esta protesta
espontánea se articule en medidas posteriores y conjuntas contra la
empresa por parte de los afectados. Tienen mi compromiso y mi
testimonio, el mismo que relato aquí.
Los antecedentes
Todo proceso de selección comienza por una necesidad para ampliar la plantilla para asumir nuevos retos. Esto es lo que dice la teoría. El reto de Diario de Salamanca es, supuestamente, convertirse “en el medio online líder de la provincia“. Después de año y medio de su creación, y en el que apenas ha tenido relevancia, en marzo se constituyó en sociedad limitada, según el blog de su matriz Creadsa, y una parte importante del accionariado, más del 50% según esta misma referencia, la asumieron los responsables de las cabeceras comarcales digitales, germen del proyecto. Ciertamente, estos medios funcionan bien en su radio de acción, pero cada uno por sí solo tiene una relevancia geográfica y poblacional pequeña. Al final del verano de 2011 se pensó en un diario digital para competir en la capital con los ya establecidos. Su fortaleza era esta red provincial. Era una dura pugna, puesto que el mercado ya entonces estaba maduro, con otras cinco cabeceras luchando por el mismo espacio publicitario e informativo. Hace un mes y medio, se puede considerar que ha caído un competidor. Con cabezonería machacona, esta es la tercera intentona del medio por atacar este nicho. La apuesta es, relata la misma entrada del blog, incorporar un fotógrafo y “más personas al grupo de colaboradores fijos”. Todo lo apuesta en generar “información de calidad, desmarcándonos bastante de las notas de prensa” (sic).
Todo proceso de selección comienza por una necesidad para ampliar la plantilla para asumir nuevos retos. Esto es lo que dice la teoría. El reto de Diario de Salamanca es, supuestamente, convertirse “en el medio online líder de la provincia“. Después de año y medio de su creación, y en el que apenas ha tenido relevancia, en marzo se constituyó en sociedad limitada, según el blog de su matriz Creadsa, y una parte importante del accionariado, más del 50% según esta misma referencia, la asumieron los responsables de las cabeceras comarcales digitales, germen del proyecto. Ciertamente, estos medios funcionan bien en su radio de acción, pero cada uno por sí solo tiene una relevancia geográfica y poblacional pequeña. Al final del verano de 2011 se pensó en un diario digital para competir en la capital con los ya establecidos. Su fortaleza era esta red provincial. Era una dura pugna, puesto que el mercado ya entonces estaba maduro, con otras cinco cabeceras luchando por el mismo espacio publicitario e informativo. Hace un mes y medio, se puede considerar que ha caído un competidor. Con cabezonería machacona, esta es la tercera intentona del medio por atacar este nicho. La apuesta es, relata la misma entrada del blog, incorporar un fotógrafo y “más personas al grupo de colaboradores fijos”. Todo lo apuesta en generar “información de calidad, desmarcándonos bastante de las notas de prensa” (sic).
La cita y la oferta
Diario de Salamanca cumple con el patrón del modelo tortilla sin rotura de huevos. Su redacción está situada en una entreplanta en Pizarrales, lejos del centro y de cualquier ámbito de toma de decisiones en la ciudad. En la periferia, los costes por el local son menores, aunque se resienta la inmediatez informativa. Tampoco el interior es un lugar cómodo. La sala donde el gerente recibe a los entrevistados es un frío despacho vestido por una alargada mesa de madera que rodean varias sillas negras y con un retrato de Marilyn como concesión decorativa. Junto a su ordenador portátil se amontonan media docena de documentos que acreditan que por allí han pasado ya varios candidatos. Al otro lado de la pared se intuye la redacción, que ocupan dos trabajadores y tres becarios, según el relato del gerente. La entrevista por la oferta de trabajo comienza mostrando el entrevistador la página web del proyecto. “Hace dos días que la hemos rediseñado”, dice mientras señala con su dedo la pantalla del ordenador. Allí se ve una modesta y bastante recurrente plantilla de WordPress. Antes de escuchar la propuesta, ya tenemos muchos ingredientes para la mágica tortilla: infraestructura de bajo coste, una redacción remendada por becarios e inversión en equipamiento escasa.
Diario de Salamanca cumple con el patrón del modelo tortilla sin rotura de huevos. Su redacción está situada en una entreplanta en Pizarrales, lejos del centro y de cualquier ámbito de toma de decisiones en la ciudad. En la periferia, los costes por el local son menores, aunque se resienta la inmediatez informativa. Tampoco el interior es un lugar cómodo. La sala donde el gerente recibe a los entrevistados es un frío despacho vestido por una alargada mesa de madera que rodean varias sillas negras y con un retrato de Marilyn como concesión decorativa. Junto a su ordenador portátil se amontonan media docena de documentos que acreditan que por allí han pasado ya varios candidatos. Al otro lado de la pared se intuye la redacción, que ocupan dos trabajadores y tres becarios, según el relato del gerente. La entrevista por la oferta de trabajo comienza mostrando el entrevistador la página web del proyecto. “Hace dos días que la hemos rediseñado”, dice mientras señala con su dedo la pantalla del ordenador. Allí se ve una modesta y bastante recurrente plantilla de WordPress. Antes de escuchar la propuesta, ya tenemos muchos ingredientes para la mágica tortilla: infraestructura de bajo coste, una redacción remendada por becarios e inversión en equipamiento escasa.
“Queremos convertirnos en un medio de contenido amable y competir
directamente con el primer medio digital de la provincia”, comienza su
discurso el gerente, con el tono del que no se cree lo que dice. Es el
mismo mensaje que ha trasladado a las personas que ya han quedado
registradas en los informes depositados allí sobre la mesa, sin
privacidad ninguna. Será el mismo que repetirá a los que están en el
vestíbulo de la entreplanta, otras tres personas a esa hora que esperan
impacientes por la oportunidad laboral. “Para ello, queremos incorporar a
una persona más en la redacción”. Aquí está el señuelo para que pique
el agente que haga cuajar la tortilla. Desglosa los cometidos de ese
nuevo redactor antes de disparar la oferta: “Sería una media jornada a
300 euros de sueldo, pero comprendiendo que este no es un trabajo de
ocho a dos, aquí hay que trabajar por las tardes y los fines de semana,
para equilibrar los descansos”. “Como nuestra prioridad es mejorar las
condiciones laborales de las personas del proyecto, en un plazo de seis a
doce meses se revisaría este contrato”, remata en el mismo tono
descreído con el que comenzó su alocución. Esas mejoras, claro, llegarán
cuando entre publicidad y el proyecto se consolide. Ni una palabra de
estrategia, ni del tipo de contenidos, más que serán “amables”, ni de
otras cuestiones básicas para articular un medio de comunicación. No
explica tampoco cómo hará para obtener la publicidad, posiblemente
porque no lo sepa y es de sospechar que cumplido el plazo no lo sabrá.
Si en estos tiempos convulsos la paciencia de los ciudadanos ante las
sucesivas baterías de recortes es proverbial, la del sector
periodístico ante ofertas vergonzantes como la descrita generalmente
supera la bondad para instalarse en la tontuna. En muchas ocasiones,
quien escucha este tipo de ofrecimientos ve en ellos un sacrificio para
continuar su desarrollo profesional. Ésta es la desgracia del
periodismo. Más que empujados por la necesidad de un trabajo para
sobrevivir lo hacen pensando que en algún momento este sacrificio se
verá recompensado. Muchas veces, el profesional quiere complacer un
capricho llamado vocación, que actúa como un narcótico y te hace olvidar
la realidad. Cuando llegue el momento y reclames mejores condiciones,
otro vendrá drogado por su vocación que aceptará las que tú aceptaste y
ahora quieres abandonar. En otros sectores laborales, estas ofertas son
impensables. Lo mejor que le pasaría a quien ofreceriera estas
condiciones a un carpintero, a un técnico sanitario o a un profesor es
que se ganara una buena hostia como respuesta.
Afortunadamente, las asociaciones profesionales están destapando
casos como el descrito. Parece que algo empieza a moverse y espero que
esta entrada contribuya a ello. A avergonzar a los abusadores y señalar a
los responsables. A recordarles a estos tahúres de la comunicación que
para incorporar a gente a su proyecto no es necesario el voluntariado
salarial, sino retribuciones dignas. A recordarles que una tortilla se
hace rompiendo huevos".
DdA, IX/2359
1 comentario:
Nos quieren esclavos, esclavos y agradecidos.
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