Ana Cuevas
El año del dragón (el 2012 según el calendario chino) acaba envuelto en 
llamas. No podía ser de otra manera. Gigantescas lenguas de fuego que 
consumen los derechos y libertades de la gente. Muros de indignidad que 
calcinan la esperanza. El dragón ultraliberal se ha mostrado este año en
 todo su esplendor. Ha dejado un escenario venusiano donde ríos de lava 
arrastran los pétreos cadáveres de los excluidos hacia un remoto 
vertedero.
Ahora, siguiendo la astrología oriental, nos toca el año de la serpiente. Servidora reconoce que no tiene problemas con los colúbridos habituales. Quiero decir con esos que reptan y se enroscan por la ramas de los árboles. Ya se les hacía mala prensa desde el Génesis. La simbología suele ser injusta con las pobres bestias. Sobre todo cuando definimos el comportamiento de algunos individuos comparándolo con el de los inocentes ofidios.
Ahora, siguiendo la astrología oriental, nos toca el año de la serpiente. Servidora reconoce que no tiene problemas con los colúbridos habituales. Quiero decir con esos que reptan y se enroscan por la ramas de los árboles. Ya se les hacía mala prensa desde el Génesis. La simbología suele ser injusta con las pobres bestias. Sobre todo cuando definimos el comportamiento de algunos individuos comparándolo con el de los inocentes ofidios.
Algo así se me vino a la 
cabeza cuando me enteré de que habían pillado a dos diputados del PP 
jugando al "Apalabrados" mientras se votaba la privatización de la 
sanidad madrileña. Calificar de reptiles a estos seres sería 
escandalosamente ofensivo... para los reptiles. La titánica lucha en 
defensa de la sanidad pública no alteró su fría circulación sanguínea. 
Ellos estaban a lo suyo, jugando con sus carísimos aparatos 
electrónicos, sin prestar atención a lo que se decidía en la Asamblea de
 Madrid. Total, eso también estaba apalabrado. Como están apalabradas 
las posibilidades de negocio y de chanchullos que ofrece la 
privatización sanitaria. Es verdad que, luego de verse retratados en El 
País, pidieron mil perdones. Y mira, en eso sí que me recordaron un poco
 a los lagartos. Concretamente, a los cocodrilos y esa leyenda de que 
derraman contritas lágrimas de pena a la par que devoran a sus crías. 
También les falta credibilidad en el sentimiento. 
Pues sí, parece que las señales se confirman y un nido de antropomórficas víboras nos aguarda al otro lado de las campanadas. En realidad, ya están entre nosotros, incluso nos gobiernan. Nuestra desesperación no les altera el pulso. El flujo helado que corre por sus venas no consigue bombear esos necrosados corazones. Yo no se si está bien comparar a estos tipos con serpientes. En cualquier caso (como decía el gran poeta Hernández de los cerdos) puede ser que sí sean culebras. Pero con peor orígen (y naturaleza) que el peor de todos los reptiles. ¡Feliz año de la Bicha para casi todos!
DdA, IX/2.264 
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