lunes, 19 de noviembre de 2012

RESISTENCIA (O NO)


Adolfo Muñoz

Mientras aguardamos que el capitalismo termine de reventar por sí mismo, nos conviene resistir, y el primer acto de resistencia consiste en aplicar un poco de asepsia a nuestra mente. Han quedado atrás los tiempos en que el Financial Times elogiaba a España como uno de los países que mejor había conseguido controlar la opinión pública y erradicar la disidencia. 

En España sigue siendo prácticamente imposible que una persona con espíritu crítico pueda encontrar un medio de comunicación que le publique algo. En periódicos, emisoras de radio y cadenas de televisión, controlados a partes iguales por la extrema derecha por la derecha rotunda, las voces sensatas y las opiniones críticas tienen muy poca cabida. Pero lo que ha pasado en los últimos años es internet. Y poco importa que, como en el resto de la prensa, también la mayor parte de internet sea basura; lo importante es que las voces discrepantes ya pueden hacerse oír. Nuestra labor de lectores es seleccionar y ser críticos con lo que escogemos leer. En internet la cantidad no importa. 

El segundo acto de resistencia consiste en hacer oír nuestra postura. Cobra especial importancia ser originales, discurrir cómo llegar, comprender el funcionamiento de nuestros medios y de nuestra sociedad para conseguir ser oídos en un mundo en el que todos quieren ser oídos. Competimos en esto con el capital, que puede poner a su servicio a los mercenarios. Este es un mundo en que las ideas sinceras tienen que competir con las ideas mercenarias: ideas diseñadas para convencer. 

La huelga clásica, por el contrario, vive su peor momento. Esto es así por una razón: como medida de presión no puede funcionar porque hoy día la huelga afecta más a quien la hace que a quien en teoría debería sufrirla, y un buen medio de presión es aquel que provoca el máximo daño al que lo sufre con el mínimo daño en quien lo produce. Ahora bien, si se incurre en huelgas, el trabajador debe saber al menos cómo perjudicar a quien debe perjudicar y no a otros. Por ejemplo: recuérdese que cobrar al cliente no es un servicio mínimo. 

Un mejor método de presión en la actualidad es el boicot, puesto que hoy día somos mucho más fuertes como clientes que como trabajadores. Así que es por aquí por donde tienen que ir nuestras estrategias. En cada caso, habrá que ver cómo se consigue orientar la lucha hacia el boicot. Por poner un ejemplo: si queremos que un gobierno cambie una determinada política, quizá no sea mala idea enterarse de qué empresas están relacionadas más directamente con los ministros y sus familiares: eso será un buen golpe bajo. No de otra manera funcionan los grupos de presión. Y la sociedad en su conjunto, el pueblo, para adquirir el poder al que tiene derecho, debe aprender a utilizar esta herramienta.
Y ni les cuento los que tienen los presupuestos peperos del 2013 que está aprobando el pleno de C. Villalba!

DdA, IX/2.231

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