sábado, 7 de julio de 2012

HAY POCO TRABAJO: QUÉ BUENA NOTICIA SI LO COMPARTIÉRAMOS*



Adolfo Muñoz


Por más que algunos piensen que el trabajo nos lo quitan los inmigrantes, el trabajo, de verdad, nos lo quitan las máquinas. Y nos lo van a quitar aún más. En los próximos años, una gran parte del trabajo que aún nos queda lo irán usurpando las máquinas, con el ordenador como líder. Por si alguien piensa que la solución es competir con ellas, y trabajar más barato que ellas, hay que aclararle que esa lucha está perdida de antemano, pues la máquina puede resultar cara al principio, pero después se va haciendo cada vez más barata. La producción masiva de máquinas a manos (es un decir) de otras máquinas produce ese efecto.

Que nos quiten el trabajo nos parece hoy una pésima noticia, pero no siempre fue así. Los que, como yo, se acercan al medio siglo de vida, recordarán que en su niñez oían continuamente un hermoso tópico que, prometiéndonos un horizonte de felicidad, aseguraba: “en el futuro bastará con que trabajemos

Pues bien, ese futuro ya está aquí, solo que no ha traído la felicidad prometida. Aclaremos que ya no necesitamos trabajar más que dos horas al día. Podría objetarse que en realidad trabajamos muchas más, unas seis de media. Eso es cierto, solo que la mayoría no son horas de trabajo necesario. Ante la necesidad de comer, uno se busca la salida que puede, y por eso muchos de los trabajos solo son necesarios para el que los realiza. Los oficios de dar patadas a un balón o de robar bancos, por ejemplo, no son trabajos necesarios para la sociedad. Y si empezáramos a quitar todos los trabajos que la sociedad realiza pero que la sociedad no necesita, comprobaríamos que, efectivamente, ya no necesitamos trabajar más de dos horas.

¿Por qué lo veíamos tan fácil hace cuarenta años? Rebosando sentido común, pensábamos que si en el futuro no necesitábamos trabajar más que dos horas diarias, eso sería lo que trabajáramos.

¿Qué hubiera ocurrido de ser así? ¿Qué hubiera sucedido si en el mundo las leyes hubieran decretado la jornada laboral de dos horas? Pues hubiera sucedido que, al estar compensada la oferta de trabajo con la demanda de trabajo, el precio de este no tendería a la baja. Sin duda, ganaríamos más trabajando dos horas diarias de lo que ganamos ahora en ocho. No habría exceso de oferta y, por tanto, no habría paro. Y, puesto que la delincuencia económica de poca monta es un recurso de parados desesperados, esta quedaría muy reducida. En un clima de escasa competitividad, mermarían el fracaso, y por tanto la baja autoestima. Nuestro tiempo libre lo emplearíamos en nuestras aficiones y en lo que hace años se llamaba realización personal.

Así se imaginaban las cosas hace cuarenta años. Y era muy sensato imaginarlas así. Hay poco trabajo. Qué buena noticia, si lo compartiéramos.

*Cuarto artículo de la serie El instante: reflexiones sobre la crisis.

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