sábado, 30 de junio de 2012

LA TEORÍA DEL PORTERO Y LAS NARANJAS QUE SE QUEDAN EN EL ÁRBOL*



Adolfo Muñoz


¿Saben lo que es la teoría del portero? ¿Quién no ha oído que la culpa de la crisis la tienen los inmigrantes? ¡Por supuesto! Por culpa de los inmigrantes, queda menos trabajo para nosotros, y las condiciones laborales son peores, pues tenemos que competir con gente que se conforma con muy poco.

La teoría del portero no es solo insolidaria, miope, injusta, inhumana, clasista y anticristiana (y añado esto último tan solo para molestar a los muchos porteros que, con escaso fundamento, se consideran cristianos); sino que es, además, errónea. Es rechazable ya no desde un punto de vista moral, sino desde un punto de vista estrictamente económico.

Pues si cuando necesitábamos más mano de obra hubiéramos hecho caso de los que abogaban por procrear más en vez de dejar entrar a trabajadores extranjeros, a estas alturas tendríamos un millón más de niños a los que ofrecer la peor educación de Europa, depauperada ahora y precarizada para mucho tiempo merced a los recortes del Gobierno. Esos niños no solo no habrían llegado a tiempo de ocupar los puestos de trabajo para los que se les traía al mundo, sino que agravarían terriblemente la pobreza actual y de los próximos dos decenios. Por el contrario, estos inmigrantes a los que tanto debemos y tan poco agradecemos, estos inmigrantes que han venido a trabajar para nosotros a cambio de muy poco, estos inmigrantes que han hecho de España un país mucho más interesante de lo que sería sin ellos, estos inmigrantes que han dado su vida en muchos casos por una esperanza que nunca llegó a cumplirse, están ahora dispuestos a irse, a veces tan pobres como llegaron, y a aliviar siquiera levemente nuestras tasas de desempleo.

Sin embargo, hay algo en lo que el portero anda acertado: en ver que el problema no está en que trabajemos poco, sino en que trabajamos demasiado. En ver que no hay trabajo para tantas manos, y que el exceso de oferta laboral juega en perjuicio de los trabajadores. Pues, como todas las cosas, el tiempo de trabajo se somete en nuestro sistema económico a la ley de la oferta y la demanda. A mayor producción de naranjas, menor precio de las naranjas. A mayor cantidad de trabajadores, o de horas de trabajo en oferta, menor precio de esa hora de trabajo.

El exceso de oferta tiene un doble efecto pernicioso: por un lado, una parte de las naranjas que han madurado en los árboles nunca serán compradas ni consumidas; por otra parte, como ningún agricultor querrá contarse entre los que no obtienen nada por su producto, todos tenderán a bajar el precio de este.

De igual manera, el exceso de oferta laboral provoca que, en primer lugar, una parte de los trabajadores en oferta no sean empleados; y, en segundo, que las horas de trabajo empleadas tiendan a bajar continuamente de precio.

*Tercer artículo de la serie El Instante:reflexiones sobre la crisis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario