lunes, 9 de abril de 2012
LÍMITES DE LA ELASTICIDAD: DEL SUICIDA DE TÚNEZ AL SUICIDA DE ATENAS
Alejandro Prieto
A finales de 2010, un joven universitario se prende fuego tras confiscarle las autoridades el puesto ambulante de fruta con el que iba sorteando la caída al precipicio de la miseria y desolación absoluta, fue el comienzo de unas protestas ciudadanas que dieron lugar a la llamada revolución de los jazmines, un acontecimiento que precipitó cambios políticos en Túnez, donde la carestía de los alimentos básicos, la corrupción, las adversas condiciones de vida y la falta de oportunidades con las que ir tirando día a día, habían ido creado una atmósfera social insostenible. La onda expansiva causó un efecto dominó que activó el descontento popular latente en otros países y dio origen a la primavera árabe.
En abril de 2012, un jubilado de 77 años decide poner fin a su vida mediante un disparo frente al Parlamento griego porque, según deja escrito, no se veía revolviendo en los contenedores de basura en busca de comida, deseaba vivir y pasear con dignidad por las calles de Atenas. Fruto de la desesperación y rabia acumulada, parece ser que en sus palabras había un guiño a la lucha armada como vía de solución a tanta miseria e injusticia social.
¿Dónde se encuentran las herramientas de trabajo más seguras, económicas y eficaces para llevar a cabo reformas satisfactorias y duraderas en el tiempo? ¿Están en el cajón de la política y el entendimiento o en el de la sangre y el odio? Se dice que el conocimiento de la historia es un remedio para evitar repetir los errores cometidos en el pasado, pero, lamentablemente, es tal la ceguera e indiferencia a la que conduce la codicia, que ni aun en la denominada era de las tecnologías de la información y comunicación puede decirse que el ser humano haya aprendido lo suficiente acerca de las negativas consecuencias a las que conduce la estupidez. ¿No es de sobra conocido que hasta los materiales más flexibles tienen un límite de elasticidad?
Nota de DdA: En la imagen aparece el expresidente de Túnez visitando al agonizante joven Mohamad Bouazizi, que se prendió fuego por haberle desposeído la autoridad de su medio de trabajo -un carrito calljero-, y cuya muerte sirvió para activar en aquel país la llamada Primavera Árabe que acabaría con el gobierno de Ben Alí. En Grecia se ha suicidado hace unos días un pensionista de 77 años, Dimitris Christoulas, que se negó a seguir buscando alimentos en las basura, sin que hasta el momento se tenga noticia de que esa muerte haya desecandenado primavera alguna en ese país. En Grecia, donde tuvo su cuna el concepto de democracia, la mayoría de la población sufre -como Christoulas- la consecuencias de un gobierno tecnócrata, impuesto por la dictaduras de Los Mercados, que la población no votó. No puede haber primavera sin que el voto de la mayoría recupere el concepto de democracia. Christoulas formaba parte de esa mayoría.
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