jueves, 8 de marzo de 2012
CONTRA EL CERCO DE SUBORDINACIÓN DE LA MUJER
Ana Cuevas
Dicen que la libertad no te hace más feliz, pero te convierte en ser humano. A las mujeres, desde el origen de la especie, nos embridaron la libertad para transformarnos en bestias al servicio del patriarcado dominante. Nuestra humanidad ha sido sometida y estigmatizada. Incluso cuestionada filosófica y espiritualmente. Pero esos animales de cabellos largos e ideas cortas (que carecieron de alma durante siglos) pelearon con determinación para reivindicar su condición de iguales frente a los otros animales masculinos. Una lucha larga que ha conseguido arrancar algunos derechos elementales para nuestro género.
Pese a ello, millones de mujeres en el mundo siguen siendo cosificadas. Acosadas social, sexual y laboralmente hasta ser reducidas a meras esclavas o mercancías. Se les priva de su humanidad con total impudicia. Con una normalidad institucional y religiosa que estremece.
Es cierto que en occidente la mujer puede disfrutar de algunas conquistas históricas, como el control reproductivo, que nos han hecho ganar importantes cotas de libertad. Aunque todavía, y cada día más, soportamos un cerco que intenta retrotraernos al papel de subordinadas de la casta masculina.
La reforma laboral dinamita logros tan importantes como la conciliación de la vida familiar y laboral o la ley de igualdad. Por otro lado, la sociedad vuelve a ese pasado hipócrita de abortos clandestinos y criminalización de los métodos anticonceptivos. Para nosotras, siempre doble yugo.
El 8 de marzo volvemos a celebrar el día de la mujer trabajadora. Una efemérides con un origen trágico. Pero la verdadera tragedia sería desentendernos de tantos y tantos sacrificios, muchos involuntarios, que nuestras madres y abuelas hicieron por la dignidad femenina. Para que pudiéramos vivir y trabajar como humanas emancipadas de las imposiciones machistas y los estereotipos alienantes. Como auténticas mujeres libres. No podemos defraudarles.
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