Lazarillo
Jaume Matas, presidente de Baleares durante dos legislaturas (1996-1999 y 2003-2007) y ministro de Medio Ambiente con José María Aznar (2003-2007), ha sido condenado por la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca a seis años de cárcel por delito de fraude a la administración, delito de falsedad en documento público, delito de falsedad en documento mercantil, delito de prevaricación en concurso con un delito de malversación y delito de tráfico de influencias.
Matas, que se dio de baja en el Partido Popular luego de ser imputado, entregó medio millón de euros de dinero público a las empresas del articulista del diario El Mundo, Antonio Alemany (también condenado a tres años y pico de cárcel), autor no solo de los discursos del presidente de Baleares, sino de las glosas encomiásticas sobre su gestión que el periodista firmaba en los medios donde prestaba su colaboración. Gracias a los fondos públicos, Alemany -ese señor al que tanta gracia parecía hacerle su comparacencia ante los tribunales- montó una agencia de prensa y un periódico digital a mayor gloria de su jefe.
Anteayer, en Cádiz, el presidente del Gobierno se servía de modo chapucero de un discurso institucional para dar un mitin de su partido, aprovechando la coincidencia de las elecciones autonómicas andaluzas con la fecha del bicentenario de la Constitución de Cádiz. Sin ningún empacho por su parte -a pesar de la desfachatada impertinencia del simil-, comparó Rajoy la trascendencia que supuso la aprobación de tan histórico documento con las medidas restrictivas de derechos sociales que comporta la reforma laboral puesta en marcha por su gobierno.
La sentencia dictada ayer contra Jaume Matas, sin embargo, ha servido para que los periodistas más críticos con don Mariano recuperasen de las hemerotecas una comparación más próxima en el tiempo, fruto de las declaraciones hechas por Mariano Rajoy a la cadena SER en febrero de 2004, cuando el actual presidente del Gobierno aspiraba por primera vez a La Moncloa: Quiero un gobierno como el que preside Matas en Baleares.
No creo que estuviera de más en quien ahora -ocho años después- ocupa la jefatura del gobierno español que se disculpara por tan desafortundas manifestaciones, estando como estamos en periodo electoral en dos comunidades autónomas. Más que nada porque los ciudadanos andaluces y asturianos que el próximo domingo acuden a las urnas podrían interpretar que esas palabras siguen teniendo el categórico carácter que don Mariano les dio entonces.
Sobre el modelo gubernamental Matas y otros casos no menos dignos de unos episodios nacionales hediondos conviene leer hoy el excelente artículo que al respecto suscribe en El Confidencial quien fuera un competente director del diario ABC, José Antonio Zarzalejos, bajo el sugerente título: Comienza el caso "Jaume el Cleptómano" (Parte 1: el escribidor):
En propiedad, Jaume Matas no es un ladrón sino un cleptómano. Es decir, un ladrón compulsivo y con ínfulas de respetabilidad burguesa. De ahí que el llamado caso Palma Arena sean en realidad más de 20 -tantos como piezas separadas vivas de instrucción ha establecido el juez- en los que el expresidente de Baleares se lucró, benefició a otros a cargo de los presupuestos autonómicos y se granjeó una red de complicidades corruptas. Después de leer la oceánica sentencia de la Audiencia Provincial de Palma -¡qué exceso, una resolución de 176 folios para sentenciar delitos tan evidentes!- se llega a la desoladora pero sospechada conclusión de que el periodista, ‘negro’, escribidor o speech writer, Antonio Alemany no ha sido otra cosa que un lujo menor de los que se adjudicaba el otrora regidor balear. Que en vez de contratar a un asesor de comunicación a 30.000 euros/año (poca cosa para el escribidor), se encaprichó con la prosa florida y metafórica (un poco cursi, todo hay que decirlo) del veterano periodista.
Un tipo listo este Alemany, porque además de redactar al presidente los discursos, le ofreció un servicio adicional: él mismo los jaleaba luego en el periódico en el que publicaba sus artículos. No sólo eso, el ‘negro’ de Matas, su speech writer (ya saben que el ex presidente balear vivió en Estados Unidos y de allí se trajo hábitos del ala oeste de la Casa Blanca), montó un servicio de fantasmales reportajes y entrevistas y, por si fuera poco, un periódico digital. Todo a mayor gloria del expresidente balear y todo a costa del presupuesto público. O sea que a cuenta de su verbo cálido el hombre -me refiero a Alemany- vivía como un duque y su pagador como un sátrapa, y nunca mejor dicho. ¿Cuántos miles de euros defraudaron? La verdad, hay que hacer la suma y salen a manta de Dios, es decir una auténtica burrada de euros. Tantos como 600.000 en cuatro años. O sea que Antonio Alemany es una pieza separada más de Matas, un lujo, una ocurrencia, un impulso tan cleptómano, probablemente, como el palacete antañón de ex presidente en el casco histórico de Palma de Mallorca.
¿Y cuántos delitos cometieron al alimón estos dos personajes y cuántos más hicieron cometer a subordinados y conocidos? Todos estos: prevaricación, fraude a la administración, malversación de caudales públicos, tráfico de influencias y falsedad documental. Pero, curiosamente, la mayoría de estos delitos que suponen para Matas más de seis años de prisión y para Alemany más de tres, los perpetraron como cooperadores necesarios no como autores materiales. De ahí que no siendo el escribidor ni funcionario ni autoridad pública, haya colaborado en la comisión de delitos exclusivos de éstos en el máximo grado de participación después de la autoría material. La inmoralidad no está sólo en lo que ellos delinquieron, sino en lo que hicieron delinquir a otros hasta componer una sinfonía corrupta y vejatoria para con los ciudadanos-contribuyentes. Este aspecto de la sentencia -la participación privada en delitos propios de la autoridad y/o funcionarios- hace suponer que Iñaki Urdangarín no pueda prometérselas tan felices como fantasean por Madrid algunos portavoces oficiosos de los intereses del Duque. Porque Nóos es otra pieza separada de Jaume Matas en el caso Palma Arena. O sea, que Urdangarin podría ser una versión -aristocrática, pero versión al fin y al cabo- de Antonio Alemany.
Lo más indigesto de la lectura de la sentencia -digno relato de una ingeniería jurídico-administrativa de barra de tasca- es la altivez y el descaro de los delincuentes. De qué manera le parece escasa a Alemany la paga por ser contratado de acuerdo a las leyes; de qué forma pasa facturas y le amañan por orden del ex presiente los concursos; con que donaire delictivo cobra las subvenciones; con cuánta aplicación falsea -sabiéndolo Matas et alii- documentos y facturas y con qué vesania reclama pagos por trabajos que no hizo, ni pensó hacer, sabiendo de su incuria delictiva tanto Matas como los demás condenados.
Dicen los entendidos que esta pieza de las más de 20 de que consta la causa general contra Matas podría ser la menos importante en cuanto al dinero defraudado. Esta es la compulsión cleptómana menor de este desaprensivo de voz aflautada, cara aniñada, maneras sibilinas e infinita capacidad de simulación (que se lo digan a José María Aznar). Por eso, resultaría adecuado para él y gratificante para el ansia de justicia -y lenitivo para la indignación ciudadana- que fuese encarcelado, sin más miramientos, para escarmiento suyo y de los ajenos, en compañía del escribidor que tantos méritos ha contraído para ello.
Porque en España no es que ya no quepa un tonto más; es que no es soportable un corrupto impune más. Y aguantar los veinticinco capítulos que nos quedan de Jaume el cleptómano en libertad podría ser demasiado. Teniendo en cuenta lo que tenemos pendiente de Gürtel (con sus regalos, sus trajes, sus tejemanejes), lo que nos resta de la historia para no dormir de los ERE, con cocaína en dosis de 20.000 euros/mes a cargo de la Seguridad Social para animar al muy trabajador Director General de Trabajo -cacofonía adecuada al caso- de la Junta andaluza, del expolio del Palau de la Música de Barcelona por el honorabilísimo Félix Millet… y hasta las náuseas que provocará saber cómo por dos mil eurillos al mes un político madrileño libre de toda sospecha alquila un ático de 500 lujosos metros de cuadrados a una sociedad con sede en un paraíso fiscal con testaferro incorporado. Si, definitivamente, demasiado.
Que nadie se engañe: estamos en la primera parte de unos episodios nacionales hediondos que requerirían a Quevedo y a Galdós para escribirlos a cuatro manos. Y Alemany de corrector de las galeradas. ¡Qué asco!
Octavio Colis/Moncho Alpuente: Crónica Popular
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J.I. González Faus: Es muy conocida la fábula de las moscas y la miel de don Félix de Samaniego. Pero los tiempos cambian y las moralejas de las fábulas ya no son las mismas. He aquí como escribiría hoy la fábula nuestro ilustrado fabulista:
A un panal de rica miel
diez mil bancos acudieron,
que, por golosos, se vieron
presos de patas en él.
Pero un gobernante infiel
los libró de la paliza.
Así, si bien se analiza,
los bancarios corazones
reviven con transfusiones
de los pueblos que esclavizan.
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