jueves, 23 de febrero de 2012
NO SUBESTIMEN AL ENEMIGO, NI ENTREGADO NI CAUTIVO
Ana Cuevas
Oiga, ¿es el enemigo? Mire, les llamo por el asunto ese de la guerra que se traen ustedes entre manos. Lo elegante hubiera sido una declaración oficial, de cara, sin mentiras. Algo así como: Olviden todos esos espejismos sobre libertades y derechos. Los ciudadanos que no se sometan como borreguicos al Nuevo Orden serán considerados enemigos. Pero, ¿enemigos de quién?
No lo serán de la Democracia (cuyos valores fundamentales son la libertad de expresión y manifestación). Tampoco deberían suponer una amenaza para los políticos (puesto que su obligación como servidores públicos es escuchar las voces de la calle, no reprimirlas).
Entonces, ¿para quién? La gente que protesta en este país lo hace por muchas causas diferentes. No son agitadores que responden a consignas de la oposición o de la masonería venusiana como fabulan esos creativos quintacolumnistas que reclaman más contundencia policial. El expolio está siendo tan salvaje que cada día crece el número de excluidos, de desesperanzados. Es una ofensiva intensa que no entiende de tratados ni armisticios. Una masacre social sin derecho de réplica.
Como somos mucho más legales, desde la resistencia queremos avisar que recogemos el guante. El guante, el guantazo, la porra y lo que caiga. Que sepan que no nos han acobardado. Que a golpe de injusticias nos está saliendo cayo. Por eso seguiremos sacando nuestra indignación a pasear a las calles. Sin miedo. Pacífica pero implacablemente. Hombres y mujeres libres desarmados, pero no entregados ni cautivos.
No les conviene subestimar a esta clase de enemigo. Al final puede ser más peligroso que los tanques o las bombas de racimo. ¿Les suena de algo un tal Gandhi? Pues créanme cuando les digo que, pacíficamente, el tío la lió parda.
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