domingo, 19 de junio de 2011

DESPUÉS DE SAMPEDRO, GARZÓN ELIGE "PÚBLICO" PARA APOYAR A LOS INDIGNADANOS


Lazarillo

Fue muy sintomático -como se apuntó el viernes en este modesto DdA- que hace unas fechas, en un acto organizado por PRISA, empresa editora del diario El País, el escritor José Luis Sampedro destacara al diario Público como el periódico más formativo de España, según expresión literal. Quizá por eso, la información de ese evento no tuvo repercusión noticiosa en el primero de los rotativos citados, al menos en su versión digital. Como se sabe, Sampedro se refirió en ese acto al estimulante impulso del Movimiento 15-M como corriente crítica de movilización ciudadana contra el sistema capitalista neoliberal y las corruptelas y carencias de la democracia controlada por el mismo.

Despúes del apoyo explícito, generoso y entusiasta del ex catedrático de Economía a ese movimiento, nos llega hoy el del juez Baltasar Garzón, habitual colaborador del diario El País, que esta vez sin embargo ha optado por firmar su artículo al respecto, Indignadanos, en el diario elogiado por Sampedro, lo cual no deja de ser también muy sintomático.

En una fecha como la de este domingo, marcada por las multiples convocactorias de ese movimiento en toda España, extraña que en el rotativo de PRISA no aparezcan en sus páginas de opinión más artículos sobre ese tema que un par de breves cartas de dos lectores. Me pregunto por qué Garzón eligió (o tuvo que) publicar los párrafos que siguen en el diario Público y no en el periódico en el que habitualmente venía colaborando. ¿Será por la entrada de Liberty Acquisitions Holding, de Estados Unidos, en el capital social de PRISA? Lo digo sobre todo por el texto del último de los párrafos, que no se nos puede pasar por alto:

"Hoy más que nunca ha quedado evidenciado que la participación ciudadana, la democracia real, no puede ni debe circunscribirse a la mera consulta electoral cada cuatro años. Todos debemos asumir que el mundo ha cambiado, que el siglo XXI ha revolucionado para siempre los viejos mecanismos de participación política. Lo estamos viendo en varios países y lo veremos en muchos más, en los que la fuerza de la comunicación a través de la red está siendo fundamental, otorgando una nueva dimensión a la fuerza política de los movimientos reales que no se puede obviar con el mantenimiento de mecanismos burocráticos de interposición que dificulten la relación bidireccional entre los ciudadanos y sus representantes.

El reto como indignadanos es hacer que este diálogo sea posible y efectivo, o lo que es lo mismo, que tenga capacidad de decisión, o no habrá comunicación. Pero también resulta evidente que el camino de la contestación irracional y violenta, además de atacar a la esencia del sistema democrático, socava al propio movimiento. Tales exponentes deben ser expulsados si no aceptan las reglas de la tolerancia, la diversidad y la fuerza de la palabra como únicas vías de expresión de este movimiento y de su configuración política.

Este 19 de junio viene cargado de indignación. Un sentimiento que no es ajeno en la historia de la humanidad y que, por azar o no, hizo que ciudadanos franceses indignados decidieran, este mismo día de 1790, desde la recién estrenada Asamblea Constituyente, la supresión de la nobleza hereditaria. Algo que puede parecer menor, pero que dio vida al más puro sentimiento republicano igualitario de una sociedad que hasta ese momento era el crisol de los privilegios y de la desigualdad y que amanecía a la realidad de un nuevo mundo más justo.

Es la indignación que sintieron los ciudadanos de todo el mundo cuando el 19 de junio de 1953 fueron ejecutados en la cárcel de Ossining en Nueva York, tras ser condenados sin pruebas convincentes, Julius y Ethel Rosenberg. Aquellos supuestos espías fueron víctimas de la cruel caza de brujas que encabezó el senador McCarthy. La frase que dejó escrita Ethel antes de morir está llena de indignación: "La historia nos recordará a mi esposo y a mí como las primeras víctimas del fascismo americano". Eran tiempos oscuros, pero no tan lejanos, porque, como dijera Camus, el bacilo de la peste (el fascismo) anida en cualquier madera vieja de una casa y puede revivir mucho tiempo después y acabar con una ciudad dichosa".

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