martes, 1 de marzo de 2011

"MI ABUELO FRANCO"


Félix Población

La revista Época, avalada por su declarada simpatía hacia el viejo régimen, acaba de estrenar una serie documental suscrita por un curtido periodista de confianza, Antonio D. Olano, en la que abunda en la memoria histórica que le es afín: Lo que nunca se contó de Franco. Historias del “Azor. Como se deducirá por la publicación que fomenta o promociona tal oferta, así como por el fragmento que me permito transcribir, lo que se cuenta no decepcionará a los más nostálgicos defensores o justificadores de la dictadura.

Escribe Olano acerca de la personalidad responsable y cristiana del extinto caudillo, versión filial de Carmencita Franco: Si los problemas eran graves, esperaba de pie. El embajador de Alemania conminó a Franco para que la mañana siguiente diese una respuesta a Hitler que llevaría a la debilitada España a una guerra mundial. Franco -me explicaron mis amigas- se fue a la capilla del Palacio y pasó, despierto y rezando, toda la noche. Nosotras le acompañábamos. Cuando amanecía y se esperaba la visita del diplomático alemán, nos comunicaron que había muerto de repente”.

Supongo que en una línea similar con esas plácidas memorias franquistas de Olano a bordo del yate de recreo del dictador, su nieto Francis Martínez Bordiú, a quien se le cambió el apellido por el de su abuelo a golpe de decreto, pondrá en la calle en otoño otras en las que obviará algunos pasajes del currículo que se le imputa y del que hoy da somera reseña Pilar Barrientos en El Confidencial.

Francis Franco, como su padre Cristóbal Martínez Bordiú, estudió medicina y obtuvo la correspondiente titulación, pero no ejerció nunca como tal por considerar que esa profesión no era la más indicada para ganar todo el dinero que apetecía. También estimaba, al parecer, que el apellido impuesto no era el más indicado para tal actividad: ¿Cómo voy a ejercer de médico llamándome Francis Franco?

Cuentan que Salgado Araujo, jefe de la Casa Militar de Franco, vaticinó que algún día a Francis le gustará llamarse sencillamente Martínez. No será así a propósito de las memorias que se anuncian, pues el negocio comercial que se espera se basa sobre todo en la firma y condición del autor. No se dice nada del título del libro, pero el más indicado para las ventas entre nostálgicos apasionados y algún que otro curioso y morboso lector podría ser: Mi abuelo Franco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esa memoria sólo vale dinero. Y por dinero va quien la escribe.

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