domingo, 7 de noviembre de 2010

DOS PLACERES IMPROPIOS DE MACACOS


Melibea

Recuerdo haber tenido en un zoo -creo que de Budapest- la misma experiencia que cuenta hoy Vicent en su artículo de El País. También yo sentí que aquel simio me estaba leyendo hasta el alma cuando me propuse mantener mis ojos fijos en su mirada, quizá por intuir que una sensación de ese tipo podría darse. Manuel Vicent aprovecha la memoria de esa vivencia para escribir otro de sus lúcidos y magníficos artículos. El motivo de actualidad para escribirlo quizá lo encontremos como alusión en el último párrafo, pues a lo largo de la pasada semana no ha dejado de hablarse de un libro, que ha dejado sobre todo en ridículo a uno de sus dos autores, y de las torturas en Irak -otra vez- a cargo de los invasores británicos:

"No es lo peor que el hombre descienda del mono, como dijo Darwin, sino que está evolucionando directamente hacia el mono, como afirma Schopenhauer. Conozco a algunos ejemplares humanos que solo se diferencian de los simios en que se afeitan todas las mañanas, se ponen desodorante en las axilas y que en vez de exhibir unas encías enormes, enseñan varias muelas de oro cuando se ríen. En concreto, hay monos que parecen graduados en Cambridge, si se comparan con algunos de nuestros congéneres. Las torturas en las cárceles, las violaciones masivas como hitos de victoria, el fanatismo religioso que te condena al fuego eterno, los eructos que emergen del subconsciente más sucio de algunos políticos, son formas de comportarse que dejan a cualquier mono muy por arriba en la escala de nuestra especie. Cada uno de estos simios humanos pertenece a una clase distinta y se presenta con un disfraz característico. Hay gorilas con el pecho cubierto de medallas, orangutanes con pistolón en la cadera, chimpancés con la mitra dorada, primates con un acta de diputado. También está el alcalde rijoso y el escritor narcisista que se masturban públicamente como macacos. Compáralos con un mono angelical y piensa quién es más cruel, más idiota y lúbrico. Solo en contadas ocasiones he tenido contacto directo con el mundo de los simios. En un circo de Hamburgo vi a un orangután que fumaba un cigarrillo y se tragaba el humo con más estilo que Bogart. En el zoo de San Diego, en California, me quedé solo ante un chimpancé, los dos cara a cara. Traté de sostenerle la mirada durante unos minutos. Tuve que apartar los ojos porque aquel ser parecía decirme: "Lo sé todo de ti, te conozco hasta el fondo del alma". En la reserva de Tsavo, en Kenia, asistí de cerca a una arenga militar. A la sombra de una acacia un mono instructor caldeaba los ánimos de un pelotón de babuinos. Según el guía, los estaba preparando para atacar a un bando enemigo, que a su vez también recibía instrucciones de otro demagogo para el combate. "Si no se matan, se aburren. Todos quieren ser héroes", dijo el guía. Pero ningún mono escribe libros, pensé, ni siente la pulsión de la tortura, dos placeres, uno que lleva al hombre al ridículo, el otro que solo comparte con las ratas".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estáis sembraos, Melibea y Vicent.

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