miércoles, 20 de octubre de 2010

EL VALLE DE FRANCO Y AUSWITCH*


Félix Población

En el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca se conserva el expediente del abuelo del Presidente del Gobierno, Juan Rodríguez Lozano, de profesión militar, abierto por el Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo, en el que consta el fusilamiento del encausado en la madrugada del 18 de agosto de 1936 en Puente Castro (León) por las tropas rebeldes del general Franco.

Hace un par de años, Rodríguez Zapatero dijo que el franquismo ya había sido juzgado por la historia, como si la ejecución y/o el asesinato del capitán Rodríguez Lozano y los miles de ciudadanos defensores del régimen republicano pudiesen quedar así reparados.

Con toda seguridad, sin figurar ningún antepasado suyo entre las víctimas, el criterio del Presidente del Gobierno no sería el mismo al valorar la represión que tuvo lugar a partir de los años setenta en los países del Cono Sur de América Latina. Sería inimaginable que ZP aplicase esa misma frase con relación a los miles de víctimas de los Videla, Pinochet, Stroessner y demás dictadores cuyo infausto proceder se asemeja al del extinto caudillo ferrolano, con el agravante de que éste propició además una guerra civil.

En España se hizo una transición democrática en la que los vencidos y los hijos de los vencidos mostraron su afán de ganarse un futuro democrático abierto a las libertades sin resentimiento ni venganza hacia los vencedores, a pesar de que en ningún momento éstos hicieran la más mínima señal de arrepetimiento. Quizá por esto y por un miedo excesivo a avivar viejas heridas, han perdurado y perduran durante más de treinta años los símbolos y rótulos franquistas en nuestras calles y plazas, ahora teóricamente proscritos mediante la Ley de Memoria Histórica. También sigue ahí el monumento más emblemático del antiguo régimen, emplazado a medio centenar de kilómetros de la capital del Estado y presidido por la tumba del dictador.

En el Valle de Franco, erigido en la Sierra de Guadarrama “para perpetuar la memoria de los caídos de nuestra gloriosa Cruzada” -según quedó escrito en el acta fundacional del faraónico monumento-, trabajaron en régimen de semiesclavitud miles de presos republicanos. Asimismo fueron acarreados a lo largo de la dictadura, secuestrados de las cunetas y fosas donde fueron enterrados por sus ejecutores, los restos de miles de combatientes o resistentes contra el ejército faccioso. Para que el lugar alcanzase la categoría de basílica, el Papa Juan XXIII impuso como condición la inhumación de los vencidos, siempre que constara su catolicidad, aunque del clandestino traslado a Cuelgamuros nada supieran sus familiares y descendientes. A éstos, como a todos aquellos que estiman totalmente indignante la permanencia de un monumento al dictador cuyo régimen fue condenado en Bruselas, es seguro que no les basta con el juicio de la historia al que apela Zapatero. Este Gobierno debe tomar una decisión ya con el mausoleo de Franco, que de seguro habría sido aplicada hace muchos años si el Valle de los Caídos hubiese estado ubicado en Cataluña o Euskadi.

Cuenta Fernando Olmeda en su libro El Valle de los Caídos: una memoria de España que cuando Joseph Ratzinger visitó El Escorial en 1989 como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el hoy Benedicto XVI mostró su interés por personarse en la basílica. Su actitud fue muy distinta a la que mantuvo en Auswitch hace un lustro como Papa. Auswitch fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO como lugar de la memoria, único destino digno que le cabe al actual Valle de los Caídos, previa erradicación de los sepulcros del dictador y José Antonio Primo de Rivera, y dignificación de los republicanos allí enterrados.

En Auswitch dijo Benedicto XVI: “Sólo se puede guardar silencio, un silencio que es un grito hacia Dios. ¿Por qué, Señor, permaneciste callado?, ¿cómo pudiste tolerar esto?”. Ratzinger se limitó a rezar en Cuelgamuros y a persignarse ante la tumba de Franco.

*Artículo publicado hoy en el diario El Mundo con el título reducido a El valle de Franco.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El título no es el mismo que salió publicado en El Mundo. Supongo que el autor habrá mandado el que publica en su blog, que es el perfecto.

Anónimo dijo...

El caso es mentir. Es una Basílica, no un monumento a Franco. El objeto es albergar bajo la enorme Cruz, auténtico símbolo de reconciliación, los caídos de ambos bandos. Franco no iba a enterrarse ahí, fue una orden de Juan Carlos. Por otra parte, se aplicaba el criterio de redención de penas por el trabajo, se pagaba a los presos igual que si fueran libres. Muchos de ellos decidieron continuar su trabajo ahí. La mentira y el resentimiento es lo que abunda en tu escrito. Una pena vivir con tanto odio. Magnífica obra de dimensión universal nos legó el régimen anterior, además de una clase media y de un país desarrollado......luego llegaron los zapateros y los rajaos, y la ruina económica, moral y mental, como en este caso.

Anónimo dijo...

lo de la redención es cierto, de hecho el hermano de mi padre fue redimido por el frio y el hambre de la reconciliación, por eso mismo murió construyendo sus hueseras

Anónimo dijo...

y allí sigue, por lo visto murió en una basílica y no en un campo de concentración de franco, es curioso murió de hambre para construir eso que los fascistas llaman "símbolo de la reconciliación " de los genocidas.

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