viernes, 2 de julio de 2010

EL ÁRBOL DEL PROFESOR CACHERO



Félix Población


Me hubiese gustado hacer lo que un profesor jubilado de Literatura de León, que le escribió una carta a José María Martínez Cachero, recibida por éste pocos días antes de su muerte, anteayer, en Oviedo. El agradecimiento de ese enseñante a Cachero podría ser el mío y el de muchos otros estudiantes que lo tuvieron como profesor en algún periodo de su aprendizaje.

Bien es cierto que en mi caso la presencia de Cachero en un aula del antiguo Instituto Jovellanos de Gijón se limitó a lo que se llamaban clases de Estudio, un tiempo que los alumnos disponían para hacer ejercicios, repasar lecciones y preparar en suma cualquier materia de las asignaturas del bachillerato. Al profesor, por lo tanto, sólo le correspondía velar por el silencio y concentración del personal en su trabajo.

Cuenta Martínez Cachero en la entrevista que ilustra este comentario y que he vuelto a revisar para cerciorarme de la anécdota, que una vez hizo una redacción sobre un árbol, cuando no tenía más de diez años, y el cura del colegio ovetense en el que estudiaba le reprendió porque pensó que la había copiado. Aclarada la autenticidad del firmante, Cachero sostiene que esa composición marcó su vocación por la literatura y que nunca en su vida docente, ante el texto de un alumno que pudiera sorprenderle por su calidad, se le pasó por la cabeza pensar o decir lo que aquel clérigo de su niñez.

Ruego se me excuse por la personalización que hago de esa anécdota y espero no se me tome como vanagloria, pero como el profesor Cachero se refiere -al hablar concretamente de eso- a los cinco años que estuvo en el instituto Jovellanos de Gijón (1960-1965) donde nos conocimos, no puedo por menos de recordar el día en que se detuvo por detrás de mi pupitre y me preguntó por lo que escribía.

Era una redacción sobre unas recientes galernas en el Norte que habían acabado con la vida de algunos pescadores. Después de echarle un vistazo por encima, el profesor Cachero me dijo que se la entregara en cuanto la terminase, algo que hice al final de la clase con tanto gusto como expectativas ante su dictamen. Mi composición, gracias a él, concursó en un certamen literario en el que concurrían todos los colegios de Asturias y que creo patrocinaba Coca Cola.

Esa fugaz y mínima intervención de José María Martínez Cachero determinó mi vocación e interés permanente por la Literatura, si bien no con el aprovechamiento que él sin duda hubiese deseado. Lamento no haber hecho lo que ese profesor de León, que fue alumno suyo y quiso y pudo agradecerle su magisterio cuando Cachero estaba quizá en el mejor momento para resumir el fruto de su cosecha después de muchos años de cátedra.

Llego tarde, pero se lo digo ahora con más respeto y admiración aún de los que siempre me mereció su trabajo: Gracias, maestro. Su interés espontáneo por mi primer vagido literario ha colmado cultural y emocionalmente la mejor dotación intelectual de mi existencia. Gracias a su memoria, seguiremos al pie de la palabra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me extraña que en Asturias apenas haya artículos en memoria de Cachero en la prensa regional. Por eso agradezco más el tuyo, como alumno también del profesor. Saludos.

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