viernes, 18 de junio de 2010

LOS MUERTOS DE TODOS Y LAS FOSAS DEL OLVIDO


Félix Población

En principio y en teoría, parece muy razonable lo que el escritor y periodista Jorge M. Reverte expone hoy en su artículo La muerte de todos, publicado en el diario El País. Dejadas muy atrás la Guerra Civil y la década de represión y muerte que la siguieron bajo la dictadura franquista, sería plausible que la convivencia sobre el presente se hiciera a base de homenajear a todos los muertos, injustamente asesinados por ambas partes contendientes: la de los defensores de la segunda República legalmente constituida y la del bando franquista.

Personalmente estaría dispuesto a participar en ese homenaje siempre que se diera previamente algo que Reverte no considera en su artículo, a pesar de reconocerse partidario declarado del régimen republicano, y que hasta el momento ha brillado por su ausencia en un amplísimo sector de lo que hoy se considera la derecha española. Esa derecha, estimado Jorge, en lugar de condenar la rebelión que acabó con la democracia republicana, como ocurrió en el Parlamento europeo, ensalza y defiende la causa que dio origen a todos los muertos durante la Guerra Civil, conflicto que sólo fue posible por culpa del golpe de Estado del general Franco.

Si a esas muertes se añaden las que, una vez acabada la contienda, contabilizó exclusivamente el régimen vencedor, que muy lejos de aplicar la recomendación de don Manuel Azaña de paz, piedad y perdón se dedicó con saña a la represión de los vencidos, ningún partido democrático de derecha debería excluir la condena definida y clara de la rebelión y dictadura franquistas, tal como sucedió en Bruselas, sin que el señor Mayor Oreja, representante del PP, se uniera a esa condena y sí se alistara en cambio a la postura en contra de los partidos de la ultraderecha europea.

Para que fuera posible lo que Reverte plantea en su artículo, homenajear a las víctimas de la barbarie cometida tanto por los vencedores como por los vencidos -con la diferencia de que Franco mató el doble que los republicanos, según reconoce Jorge, y además con afanes de dura represalia una vez conseguida la victoria-, hubiera sido preciso, a estas alturas de nuestra democracia, que estuviera resuelto lo que sigue pendiente: que los muertos de la dictadura no siguieran tirados y ocultos en las cunetas del olvido porque nadie se atrevió en su día, cuando el Partido Socialista llegó al Gobierno en 1982, a enfrentarse a una derecha fáctica e ideológica que, como se demostró en 1981, podría ser capaz de promover lo que sólo la derecha originó en 1936.

La oposición actual de un sector mayoritario de la derecha a condenar de modo claro el franquismo y una timorata Ley de Memoria Histórica impiden que sólo unos muertos, los de la República, alcancen por fin la dignidad que se les debió otorgar hace muchos años como defensores de un régimen democrático. Mientras el PP siga teniendo en Europa la consignación de partido ultraderechista por no condenar la dictadura franquista, tampoco reconocerá y apoyará la recuperación de la dignidad de los muertos republicanos, según hemos constatado con su oposición a la Ley de Memoria Histórica.

Sobre esas bases, estimado Reverte, plantear hoy en día un homenaje a todos los muertos cuando sólo a los que ninguna culpa tuvieron en la gestación de la Guerra Civil se les niega la debida reparación, me parece una incoherencia. Lo será hasta que el PP, como partido democrático, no se comprometa con ese requisito y estime, según Mayor Oreja, que el franquismo fue un periodo de extraordinaria placidez.

4 comentarios:

Gatopardo dijo...

Quizá Jorge M. Reverte ha olvidado que los "caídos" del bando franquista tienen con nombres y apellidos un recordatorio perenne en los muros de todas las iglesias de España, han sido citados, homenajeados, identificados y elogiados en hagiografías de diverso cuño, incluidas las que han sido inventadas, como la que Fray Justo Pérez de Urgel firmó -y escribió como "negro", Cándido:

"Las trescientas setenta páginas fueron una mezcla de invención y de plagio. (...) Inventé demencias y profanaciones y sentí piedad por los humildes. (...) Plagié bastante, como digo. Entre otros libros, "Checas de Madrid", de Tomás Borrás, del que hurté muchas páginas. (...) Un día me acerqué a él y le dije: "Oiga Borrás, le he copiado treinta o cuarenta páginas de "Checas de Madrid", puede llevarme a la cárcel, pedirme cien millones de indemnización o llevar a la cárcel a fray Justo Pérez de Urbel, que es el que firma el libro que yo he escrito"

Y esa novela de Tomás Borrás, también ha sido copiada -y no citada- de manera inmisericorde por César Vidal en un libro "histórico" sobre los mártires y los tormentos que sufrieron a manos de los rojos, que citan los fascistas como fuente de autoridad.

Tanto han homenajeado a sus muertos que han tenido que inventarlos a miles, con sus correspondientes martirios.

Un abrazo

Lazarillo dijo...

Gracias una vez más, Gatopardo, por tus puntuales y sabios comentarios. Creo que alguna vez tendremos oprtunidad de conocernos. Serñia un placer para mí.

Gatopardo dijo...

Estamos como los escritores europeos del Siglo de las luces, que se hicieron amigos íntimos y colaboradores, escribiéndose de punta a punta del mundo.

Y pensando diferente, que es lo mejor.

La próxima vez, te saludaré desde Morelia, otra vez.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Siempre quise ir a México. Un abrazo a esa tierra.

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