jueves, 29 de abril de 2010

NOSTALGIA DE JAVIER ORTIZ Y RAFAEL REIG



Félix Población

Quienes asistimos al nacimiento del diario Público en el otoño de 2007 con tan buenas expectativas como las que deparaba un medio llamado a ser alternativa por la izquierda al periódico El País, con un excelente y joven profesional como Ignacio Escolar al frente de la dirección, no nos resistimos hoy a reparar en tres fechas muy significativas en el transcurso de la corta vida del rotativo. Lo hacemos a propósito de la que más nos duele, porque supuso un hecho irreparable del que se ha cumplido ayer un año: la muerte de Javier Ortiz. El curtido y agudo columnista mantuvo hasta el último día su sección y hasta se permitió la insólita audacia de escribir su propio obituario.

La desaparición de Ortiz dejó un hueco muy difícil de llenar en Público, al que ha se habían habituado sus muchos lectores, seguidores también -en la misma página- de otro de los columnistas a los que el diario debe sin duda el creciente aprecio por su sección de Opinión desde los primeros días: Rafael Reig. No se cubrió la definitiva ausencia de Javier con una nueva firma, sino que se recurrió a la estimable colaboración del escritor Isaac Rosa, que ya tenía una columna en la siguiente página.

A primeros del mes de noviembre pasado fuimos muchos los que creímos en un principio, ante la repentina ausencia de los dos artículos que firmaba Reig, que el escritor asturiano se había tomado unas merecidas vacaciones, habida cuenta su diaria presencia en el periódico. Lo ocurrido, sin embargo, fue que a Rafael lo quiso situar el entonces director del diario, Félix Monteira, al frente de la sección de Culturas, algo que Reig no aceptó si eso comportaba la eliminación de su firma de la sección de Opinión. Así lo expuso el columnista en su blog personal, si bien más tarde, en una entrevista con Pascual Serrano publicada en Rebelión, desarrolló un poco más a fondo las razones de su marcha:

“Fui el primer responsable de Opinión del periódico, con Nacho Escolar, pero desde el número cero tuve mis dos columnas diarias. Me fui a casa, con mis columnas, por exceso de trabajo y porque no me gustan mucho las oficinas. Además, entonces, en Público había una redacción muy joven con el inevitable exceso de entusiasmo: a mi edad resultaba agotador. Con respecto a la salida, mi conclusión es que mis columnas eran demasiado visibles para tener tan poca sintonía con la línea editorial del periódico. O sea que molestaba. Los empresarios tienen el convencimiento de que los trabajadores no son más que factores productivos, y que les pertenecen, como la maquinaria, los armarios o las sillas. Partiendo de ese punto de vista, consideran legítimo cambiarles de puesto, de función o de uniforme. En unas ópticas obligaban a las dependientas a no llevar nada (salvo ropa interior) bajo la bata, como quien pone en un escaparate lo que le da la gana. Eran “sus” dependientas y, si se transparentaban las bragas, el cliente se iba más satisfecho, ¿cuál es el problema? ¿No es suya la empresa? Aunque les hayan contratado para una cosa y aunque la hagan bien, es su potestad utilizar su maquinaria y herramientas como les apetezca. ¿Es que alguien les va a impedir utilizar la llave inglesa como martillo para clavar un clavo si a ellos les parece bien? Ahora te mando a Cultura, ahora te vas a la envasadora, ahora te enviamos de comercial a Cuenca, etc. Si el trabajador no está de acuerdo es como si la silla no está de acuerdo en que la utilicen sólo para colgar chaquetas: importa un rábano y además no es concebible, ¿o acaso se da la palabra a las sillas de tu propiedad? No se puede hacer nada. Dar un portazo, si te lo puedes permitir, como hice yo. En France Telecom lo que hicieron fue suicidarse uno detrás de otro. Aparte de coger calle o pegarte un tiro, no veo muchas opciones, ya que al parecer todo el mundo está convencido de que la propiedad privada de un medio de producción es un derecho”.

Estoy convencido de que el fallecido Javier Ortiz suscribiría estas palabras de Reig una por una. Es muy posible por eso que su dignidad profesional no se hubiese limitado a lamentar la marcha de su compañero de página con un bonito artículo al día siguiente.

En cuanto a la tercera fecha significativa en la vida de Público, se trata, obviamente, de la del cambio de director en enero del año pasado, que traerá consigo meses después la marcha de Reig. Se fue Escolar y llegó Monteira, procedente de El País, que luego se irá nada menos que a La Moncloa como secretario de Estado de Comunicación. ¿A quién molestaban las magníficas Cartas con respuesta y las breves y sutiles Papeleras de reciclaje de Rafael Reig?

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Público aspira a ser El país de la transición.

Anónimo dijo...

Salvo Saco, que permanece, y Escudier, en ocasiones, ninguno de los actuales columnistas de Público supera a Reig y Ortiz. Se agaradece el artículo de hoy de Escolar.

Anónimo dijo...

Amirado Ortiz. Gracias por recordarlo.

Anónimo dijo...

Reig sigue con nosotros y seguro que sabrá contar su experiencia.

Anónimo dijo...

La prensa de izquierdas es imposible en este sistema. Así como existe una ley electoral que impide el apoyo a una izquierda real, así está el mercado para que nunca sea posible un periódico de izquierdas.

Anónimo dijo...

A Teresa de la Vega, por supuesto.

LEDES dijo...

¿Y cómo se entiende que incluso así el periódico gane lectores? ¿ûede más la necesidad que la calidad? Saludos.

Calendas dijo...

¿Tan difícil es mantener un director que puso en marcha lo mejor del periódico que hoy sigue saliendo? ¡Tres directores en tres años! Algo falla.

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