martes, 25 de agosto de 2009

LA IGLESIA VOLVERÁ A PONERSE DE ESPALDAS


Félix Población

Era de prever que el ingreso del ex primado Cañizares en la Santa Sede como titular de la Congregación del Culto Divino, para cuyo cargo hizo méritos luciendo luengas capas magnas en añejos ceremoniales, comportaría un retorno de la iglesia vaticana a sus raíces tridentinas, sobre todo porque al padre Benedicto le encantan esas antiguas prestancias litúrgicas, según pudimos apreciar cuando levantó la excomunión que pesaba sobre los obispos lefebrianos.

No ha tardado Cañizares en ponerse al día según mandó Trento en el siglo XVI como réplica a la Reforma Luterana. Es más, yo creo que, habida cuenta su historial regresivo desde la sede primada de Toledo, a don Antonio se le requirió ex profeso desde Roma para poner en marcha ese drástico retorno al pasado al que estamos a punto de asistir en la ceremonia con más entidad del credo católico: la misa volverá a decirse en latín y de espaldas a la feligresía. La información le ha sido filtrada a un periodista del diario Il Giornale, muy reconocido por el crédito de sus fuentes vaticanas.

El hecho coincide con el cincuentenario de la propuesta de celebración del Concilio Vaticano II, que instauró la misa en las lenguas nacionales de cada país y de cara a los asistentes con el propósito de hacer más activa y participativa la ceremonia. La propuesta de volver a Trento consta ya en un documento presentado por la CCD que preside Cañizares desde el mes de abril, lo cual demuestra la diligencia del ex primado en tomar esa iniciativa, así como el implícito afán de su pontífice en darle curso.

Lo que se propone la Santa Sede con esta medida, según el documento al que ha tenido acceso Andrea Tornielli, el afamado vaticanista del citado periódico, es poner coto a los abusos, experimentos salvajes e inoportuna creatividad de eventuales celebrantes, algo que me hace recordar las misas de la parroquia obrera de San Carlos Borromeo (Madrid), que estuvo a punto de ser clausurada por el ríspido Rouco.

Estamos, pues, a punto de asistir al desmoronamiento de la ceremonia comunitaria más significativa de la religión católica según la diseñara el Concilio Vaticano II, para reubicarla cuatro siglos atrás en un entorno social bien distinto al de hoy día. Esto ya no es un guiño del padre Benedicto a los sectores más conservadores de la institución. Tal parece que lo que se pretende desde Roma es cerrar los ojos al porvenir y quedarse definitivamente a oscuras en presente de indicativo, como si los todopoderosos relumbres en el espejo retrovisor de su historia abocaran a la Iglesia a perder definitivamente el camino del futuro.

RedDIARIO
¿Por qué la Iglesia teme a los diferentes? (Juan Arias).

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