miércoles, 19 de agosto de 2009

DEL REY ABAJO: LA PARANOIA EN LA POLÍTICA ESPAÑOLA


Lazarillo

Este modesto y discreto Lazarillo regresa un tanto perezoso después de tomarse poco más de una semana de relajado y fresco asueto entre playas esquivas al tumulto y trochas manantiales. Disculpen por eso los lectores de este humilde DdA que, en lugar de reafilar el cálamo, recurra al del prójimo más afín a la hora de reincorporarse a su predilecta tarea de glosador de la actualidad. Como de ésta apenas ha tenido ni querido tener noticia en las amenas jornadas precedentes y nada de cuanto dicen hoy los periódicos le ha llamado especialmente la atención en relación con otros regresos del periodo vacacional, lo más atinado que ha encontrado en la prensa digital es el comentario de un lector en el diario Público del día de la fecha, que bajo el nombre o seudónimo de Lupicino (en recuerdo quizá de Flavio Lupicino, político romano) hace un breve y perspicaz apunte al análisis que Ernesto Ekaizer traza de la política española, cuyo estilo califica de paranoico. He aquí el resumido y enjundioso criterio de Lupicino sobre la etapa histórica que nos ha tocado vivir:

"Un militar da un golpe de Estado y llega al poder. Como no considera procedente mantener la forma política del Estado -república- y como no puede autoproclamarse rey ya que no pertenece a ninguna dinastía, decide constituir un 'nuevo Estado' y autoproclamarse Caudillo y Generalísimo, recurriendo a la mitografía más rancia de los relatos de la Roma antigua. Pasan los años y se le ocurre designar heredero 'a título de rey' nada menos, a un descendiente del rey que abdicó de facto, al huir de España (consecuencia que vinieron previendo expresamente todas las Constituciones españolas desde 1812) y saltándose el orden sucesorio del que sería legítimo heredero, al que no se quería designar por una pura cuestión práctica de su edad, similar a la del dictador. El designado, contra toda lógica y contra su propio padre, acepta la designación y paga el peaje de la regalía jurando los Principios del Movimiento Nacional (ya que el invento institucional del caudillaje carecía de Constitución). El designado accede al trono sin el mayor de los pudores, aupado por la tribu del régimen y se desentiende del juramento que le llevó al trono. Además accede a un nuevo Estado que se postula unitario (ya que de lo contrario sería imposible mantener el principio monárquico), pero a la vez se postula federal, reconociendo una cierta independencia a las regiones históricas. No obstante, para maquillar el enjuague, se inventa un artefacto metajurídico: las autonomías. A su vez, los principales capitostes del Caudillaje mantienen su legitimidad en el nuevo escenario, como si tal cosa. Pues si, es toda una loa al esperpento".

No hay comentarios:

Publicar un comentario