lunes, 27 de abril de 2009

CUATRO MILLONES DE PARADOS Y ESTO NO PARA


Félix Población

Hace un par de meses se le preguntó al ministro de Trabajo si veía factible que se llegara a los cuatro millones de parados. Celestino Corbacho descartó esa posibilidad. Ahora, la vicepresidenta primera nos dice que la cosa mejorará a partir de abril, con el mes ya concluso y sin mejora, pero sin definirse acerca de un porvenir inmediato que cifre en cinco millones el número de desempleados, no vaya a ser que su predicción sea tan errada como la de su colega.

Con ser la crisis y la disminución de la actividad económica un fenómeno global en Europa, leíamos ayer en El País que en ningún país como el nuestro se estaba verificando una destrucción de empleo tan intensa y presurosa. El dato más significativo de la misma se explica sobradamente si se tiene en cuenta que de los tres millones de parados generados en el ámbito de la Unión Europea en el último año, la mitad se han dado en España.

Es bien sabido que ese alarmante incremento del paro en nuestro país se debe substancialmente al hundimiento del sector de la construcción y empresas afines, así como al aumento de la población inmigrante, si bien es preciso tener en cuenta también lo que la UE denomina como excesiva segmentación del mercado laboral, esto es, la elevada proporción de trabajadores temporales involuntarios. Un 26 por ciento de los operarios españoles estaban en esa situación, según Joint Employment Report, aceptando empleos por tiempo limitado, algo que sólo se da en un 11 por ciento como media en la Unión Europea.

Comprobar la excepcionalidad de España como país acumulador de índices de desempleo tan altos, sobre todo en la mitad sur del país, debería mover tanto al Gobierno como a la oposición a posturas muy distintas a las que hasta ahora mantienen. No se puede emplear un problema de tal gravedad como herramienta electoralista por muy próxima que sea la cita de las elecciones europeas. Tan necia es la actitud del Gobierno tratando de vendernos la circunstancialidad pasajera de la crisis como la del Partido Popular incidiendo en la crítica por la crítica con el único afán de desgastar el ejecutivo, según evidencian ya las encuestas.

Es muy probable que el PP saque como provecho de esas cifras una victoria en las elecciones al Parlamento Europeo el próximo 7 de junio, pero lo que en realidad quisiera ahora la sociedad española es que tanto el partido en el Gobierno como el partido opositor no se disputaran los votos a costa de edulcorar o utilizar un drama nacional, sino que colaboraran en tratar de resolverlo. Evitaríamos, entre otras cosas, la vergüenza probable de que uno y otro no corrijan esa estrategia electoralista en el más negro supuesto de que llegáramos a los cinco o a los seis millones de parados delante de otras urnas.

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