viernes, 30 de enero de 2009

EL CIPRÉS DE SILOS Y LA POESÍA NECESARIA


Félix Población

Mi estimado Manuel Saco, agudo columnista de Público, ha tenido la feliz idea de incorporar la poesía necesaria, como el pan de cada día, al diario 20minutos, y así, junto a otros once blogueros del citado periódico electrónico, cada mañana seleccionan y presentan un nuevo poema que los lectores comentan y celebran según su particular emoción y razón, dando además sugerencias para la inclusión de otros textos que a su juicio merecen recordarse.

No podía faltar entre las primeras obras difundidas por 20M el celebérrimo y excelente soneto de Gerardo Diego (1896-1987) al ciprés de Silos, publicado ayer con unos comentarios dignos de glosa de César Javier Palacios. En los mismos, aparte de hacer referencia al lejano día en que el poeta santanderino escribió esos reconocidísimos versos -coincidiendo con su estancia en el monasterio en 1924-, se refiere a los otros tres hermanos que acompañaban al ciprés entonces, según me contó también a mí el abad Clemente Serna, a quien tuve el gusto de conocer hace años. De los cuatro quizá haya sobrevivido el que más se abrazó a la luz.

También se citan dos anécdotas muy graciosas en la presentación de Palacios, facilitadas en este caso por el guía del convento. La una da cuenta de la confusión de muchos visitantes que identifican al ciprés con el arcipreste de Silos, por Juan Ruiz, arcipreste de Hita, y la otra se refiere a la castiza versión que del poema hizo un profesor de bachillerato al declamar antes sus alumnos:

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acojonas el cielo con tu lanza
.

Plantado por benedictinos franceses de Solesmes cuando el monasterio fue recuperado de la ruina (1880) tras la desamortización de Mendizábal, no sería aventurado pensar que el ciprés haya podido crecer cual lo admiramos, y sobre todo tal como lo sentimos en los últimos versos del poema de Diego, gracias al extraordinario coro de voces gregorianas que lo riega de melodiosas y reconfortantes armonías a diario, porque la vida, la vida misma es todo un canto:

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Entre tanta página de muerte y corruptela política es un gustazo leer un soneto así en un periódico, yo no sé por qué lo de 20 minutos no se hace en todos los periódicos.

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