Me preocupa que el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, se haya limitado a lamentar el hecho argumentando que se trata de una irresponsabilidad de la ciclista y que, desgraciadamente, antes de los Juegos más de veinte deportistas de varios países han dado positivo también. Lo primero porque parece centrar la culpa en Maribel Moreno, sin reparar en el sistema que hace posible la reiteración en el dopaje. Lo segundo porque el señor Lissavetzky da a entender que la mierda repartida alivia la que compete a nuestro deporte, sin considerar que su esparcimiento afecta nada menos que a una convocatoria olímpica y al espíritu que como tal debe regirla.
Casi coincidiendo con las Olimpiadas de Pekín se celebraron en Seúl, entre el 30 de julio y el 5 de agosto, otro tipo de olimpiadas que no han tenido apenas repercusión mediática. Se trataba de una edición más del Congreso Mundial de Filosofía, organizado por
Dado que sin la filosofía pierde sentido la persona, individual y socialmente, es aconsejable que al deporte le corresponda retomar la que le incumbe para recobrar su dignidad. No olvidemos que en sus orígenes las olimpiadas y los atletas que en ellas competían representaban el misterio de la iniciación humana, la propia transmutación y perfección del hombre que camina hacia su evolución. El afán de superación a través del esfuerzo daba la pauta de esa meta.
Claro que si la filosofía apenas llega a ser noticia en los medios, cada vez costará más trabajo creer en ese olímpico horizonte.
2 comentarios:
Deporte y sociedad se parecen, como no podía ser menos. Si en la sociedad hubiera pruebas de las irregularidades diarias que se dan para ser los primeros, esto iba a ser un dopaje permanente.
Pretenden que no pensemos, decía el otro día Dario Fo, y que los deportistas mutilen el esfuerzo con la química para dejar de ser deportista.
Publicar un comentario