lunes, 9 de junio de 2008

EL LLANTO DE PLATA DE UN ÁLAMO BLANCO



Félix Población
Se le conoce por varios nombres: álamo blanco, chopo blanco o álamo plateado. Yo prefiero este último por el efecto que cobran sus hojas cuando las mece el viento. Parecen agitadas por un temblor de plata gracias a su envés blanco, que contrasta con el verdor de su parte anterior. No hay a mi juicio árbol que titile con más brillo en el paisaje de Castilla. Gracias a esa señal que llama a la mirada cuando sopla la brisa, es muy fácil que los niños distingan su figura y recuerden su nombre. No hay mejor modo de respetar la naturaleza que aprender a nombrarla. Ya sean árboles o pájaros, flores o mariposas.

El álamo plateado es de rápido crecimiento, alcanza los veinte o treinta metros de altura y bajo su fronda se respira una sombra acogedora que abarca un diámetro de diez metros. A tal capacidad umbría se corresponden unas raíces largas y profusas que hacen aconsejable su plantación a distancia de los edificios. Es de agradecer esa frondosidad tan generosa bajo la ardorosa canícula castellana. La encontramos casi siempre acogida a la fresca ribera de los ríos, donde corre el aire y el árbol y quienes lo disfrutan pueden así gozar mejor de su pálpito de plata.

En el parquecito que hay bajo la terraza de mi casa se plantaron hace tres años dos tilos y un álamo plateado. Como el ayuntamiento no se tomó la molestia de regarlos durante los veranos, lo hice yo con la máxima regularidad posible, y hasta me permití vendar el tronco del chopo blanco, que muy pronto sufrió la agresión de un arboricida que pretendió tajarlo, luego de cortar una de sus ramas mayores.

El árbol se repuso, pero el percance me advirtió del riesgo de extinción cortante que corría con sus dos compañeros. Hace un par de semanas, otros desalmados pretendieron quebrar uno de los tilos. Si resistió el embate fue gracias a la flexibilidad de su tronco, colmada por las últimas y copiosas lluvias. El tilo quedó doblado sobre el suelo con un nido de pajarillos muertos. Logramos rescatar su pujante verticalidad con un rodrigón o tutor de apoyo.

Pero eso debió de excitar hasta tal punto la bestialidad en celo de los energúmenos, que ayer se cebaron con el más débil de los árboles. Ocurrió durante la tarde del domingo, extensa y vacía como la ociosidad de esas pandas de jovenzuelos con la sensibilidad tan embrutecida como descarriada. El pálpito de plata de la joven fronda yacía sobre la tierra como un temblor de lágrimas. Me dio la sensación de que su agonizante titilar no lloraba por su herida de muerte sino por la ciega y precoz barbarie de sus verdugos.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Se te nota mucho corazón en ese artículo, Félix, y no me extraña porque te sigo desde hace más de un años. Enhorabuena por un blog de esas calidad.

Anónimo dijo...

Mientras en España no se tenga sensibilidad para los árboles y los animales seremos un país de cafres.

Anónimo dijo...

Lo lamento por ese parque y por la pérdida de una vista tan plateada y por todos notros y por nuestros alcaldes que sólo saben de cemento y tienen la cara tan dura. Un saludo.

Anónimo dijo...

Esa es la furia de tedio.

Anónimo dijo...

¿Por qué el ayuntamiento (éste y otros) diseñan un parque (una biblioteca, un teatro...) y luego se olvidan de él?
¿Por qué unos jóvenes (en este caso; no olvidemos fijar la mirada en los suelos de nuestros municipios) se ceban contra árboles y mobiliario urbano?

Comparto tu dolor y enfado, pero la solución creo que está en intentar responder a las preguntas, en ir más allá de la adjetivación de los hechos.

Y creo que tú mismo respondes con la reflexión que llevas acabo en tu post sobre la vergüenza de género.



Un saludo,
DESIDERATA

Anónimo dijo...

Son muy de agradecer tus comentarios, Desiderata. Lectores así me obligan a una esmerada gestación y expresión de lo que pienso.

Lazarillo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Qué razón tienes al decir que los álamos dan una sombra espléndida en los días de calor pero, si vienen unos bestias a arrancarlo de cuajo es, que jamás en todas sus vidas se han sentado a la sombra de un árbol y es una sensación maravillosa por que yo la he experimentado.Lo que yo creo es que debería llamarse a los que pusieron el árbol y preguntarles por que plantaron. Sisaben dar una buena respuesta es, que quizá saben lo que es disfrutar de una sombra en un día de calor, y sino la aprecian:¡¡¡QUÉ SE TUESTEN AL SOL!!!

Anónimo dijo...

Que se tuesten, que se tuesten, porque tienen quemada la sensibilidad, Infantina.

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