Félix Población
Entre las imágenes que recuerdo del señor de la barba que comparte mantel con otros dos comensales en la fotografía que ilustra este artículo, hay una que data de sus tiempos como ministro de Agricultura y Pesca en la que da cuenta con ostensible apetito de unas raciones de canapés. Desde ese momento supe que el lozano don Miguel Arias Cañete era un dichoso ciudadano al que se le hace la boca agua con suma celeridad en cuanto atisba pitanza y demanda por eso una rauda diligencia en quienes se la sirven. De lo contrario, es capaz de utilizar el carisma político o la nombradía pública que le quedan para refrendar a las bravas el contrato que su jefe don Mariano pretende aplicarles a los inmigrantes.
Aparte de proponerse plantar 238 árboles por minuto en los próximos cuatro años, dice el señor Rajoy que si llega a La Moncloa recurrirá a un contrato de integración para que quienes lleguen a España a buscarse la vida hagan esfuerzos en ese sentido y se adapten a nuestras costumbres. Tal propuesta resulta inadmisible pues representa, antes que una medida contra la inmigración ilegal, una exigencia burocrática añadida cuya aplicación sobre los inmigrantes que legalmente residen en España vulnera los principios democráticos que rigen sobre el común de los ciudadanos. Mucho menos si lo que se pretende es algo tan aleatorio como una adaptación a las costumbres patrias, que como sugería ayer un ciudadano ecuatoriano no sabemos si pueden consistir en dormir la siesta, asistir a las corridas de toros o utilizar políticamente una confesión religiosa o a las víctimas del terrorismo con intereses partidistas.
Con todo, se comportó ayer don Mariano muy a la gallega en la entrevista televisiva con Iñaki Gabilondo en Cuatro, evitando llegar a fondo o comprometerse más a las claras en algunas de las materias más delicadas tratadas en la interviú. Quizá pretendió contrastar con esa actitud moderada o elusiva los titulares asilvestrados que su compañero Cañete dejó esparcidos ayer mismo por las portadas electrónicas en un arranque de campechanía xenófoba. Dijo don Miguel que ya no hay camareros con la diligencia de los autóctonos de antaño, que los inmigrantes colapsan las urgencias pues han descubierto la grandeza del sistema sanitario español: Alguien que para hacerse una mamografía en Ecuador tiene que pagar el sueldo de nueve meses, viene aquí y tarda un cuarto de hora, dijo Cañete.
Entre las imágenes que recuerdo del señor de la barba que comparte mantel con otros dos comensales en la fotografía que ilustra este artículo, hay una que data de sus tiempos como ministro de Agricultura y Pesca en la que da cuenta con ostensible apetito de unas raciones de canapés. Desde ese momento supe que el lozano don Miguel Arias Cañete era un dichoso ciudadano al que se le hace la boca agua con suma celeridad en cuanto atisba pitanza y demanda por eso una rauda diligencia en quienes se la sirven. De lo contrario, es capaz de utilizar el carisma político o la nombradía pública que le quedan para refrendar a las bravas el contrato que su jefe don Mariano pretende aplicarles a los inmigrantes.
Aparte de proponerse plantar 238 árboles por minuto en los próximos cuatro años, dice el señor Rajoy que si llega a La Moncloa recurrirá a un contrato de integración para que quienes lleguen a España a buscarse la vida hagan esfuerzos en ese sentido y se adapten a nuestras costumbres. Tal propuesta resulta inadmisible pues representa, antes que una medida contra la inmigración ilegal, una exigencia burocrática añadida cuya aplicación sobre los inmigrantes que legalmente residen en España vulnera los principios democráticos que rigen sobre el común de los ciudadanos. Mucho menos si lo que se pretende es algo tan aleatorio como una adaptación a las costumbres patrias, que como sugería ayer un ciudadano ecuatoriano no sabemos si pueden consistir en dormir la siesta, asistir a las corridas de toros o utilizar políticamente una confesión religiosa o a las víctimas del terrorismo con intereses partidistas.
Con todo, se comportó ayer don Mariano muy a la gallega en la entrevista televisiva con Iñaki Gabilondo en Cuatro, evitando llegar a fondo o comprometerse más a las claras en algunas de las materias más delicadas tratadas en la interviú. Quizá pretendió contrastar con esa actitud moderada o elusiva los titulares asilvestrados que su compañero Cañete dejó esparcidos ayer mismo por las portadas electrónicas en un arranque de campechanía xenófoba. Dijo don Miguel que ya no hay camareros con la diligencia de los autóctonos de antaño, que los inmigrantes colapsan las urgencias pues han descubierto la grandeza del sistema sanitario español: Alguien que para hacerse una mamografía en Ecuador tiene que pagar el sueldo de nueve meses, viene aquí y tarda un cuarto de hora, dijo Cañete.
Hizo bien ZP en disculparse ante los inmigrantes por esas ofensas discriminatorias, fruto de unas ideas rancias, injustas y excluyentes. Lo hizo en nombre del país que administra y quiere: Cuando se piensa así de un trabajador inmigrante, es que se está pensando así de los trabajadores. El señor Arias Cañete acaba de hacer renovados méritos -con su ejemplo a lo vivo del contrato integrador de don Mariano- para que el modelo del Partido Popular respecto a la inmigración sea celebrado de modo encomiasta por la ultraderecha europea. Más concretamente la alemana, de aciaga memoria.
RedDIARIO
Todos podemos tener una mala tarde, como los toreros, los futbolistas... a los políticos también nos pasa. (Manuel Pizarro).
3 comentarios:
Anda que la de Pizarro no es una piziarrada más...
Si es no están acostumbrados a rectificar ni a pedir excusas, no ves que les acompaña la infalibilidad de la iglesia.....
A medida que pasan los días y se acercan las elecciones el PP parece querer perderlas por más de lo previsto.
Publicar un comentario