lunes, 5 de noviembre de 2007

Trece abuelas de Lavapiés

Félix Población

Se fueron muriendo las abuelas de Lavapiés que conocí en mis años de estudiante y residente en ese antiguo y popular barrio madrileño. Fue un barrio que viví y conocí a fondo, del que siempre recordaré sobre todo las muy sabrosas pláticas con sus mayores. No escuché nunca versiones biográficas tan vívidas de la Guerra Civil, que en Madrid resultó en extremo larga y dura, como las que me contaron algunas ancianas de Lavapiés a las que traté con asiduidad y tuve en mucha estima.

Trece hijas de esas abuelas están dando ahora la guerra a una empresa inmobiliaria que peca una vez más de su tara más reconocida y depredadora. El ansia de especulación no conoce límites, máxime si para rebasarlos sólo se tiene que sortear la aparente debilidad de un grupo de viejecitas, a las que únicamente sustentan sus precarios emolumentos como pensionistas y un montón de recuerdos afincado en el reducido ámbito de un hogar más que modesto.

Se trata de una corrala -edificio típico del viejo Madrid decimonónico- ubicada en el número 7 de la calle Ventorrillo y consta de 40 angostas viviendas de no más de 20 metros cuadrados cada una, con servicios a compartir por el vecindario. Adquirida por la inmobiliaria, escucho en el vídeo que ilustra la información aportada por las inquilinas que las obras de restauración emprendidas por la empresa tienden a favorecer antes la declaración de edificio en ruina, pues de ese modo se prestaría mayor diligencia al desalojo de las ancianas.

Dicen las abuelas de Ventorrillo, tal como ya se las conoce en el barrio, que no las moverán, y una de ellas es más explícita alegando como referente la experiencia que configuraba a menudo lo más enjundioso de mis charlas con la generación precedente en las plazas y cafés del barrio: He vivido hasta una guerra y no le tengo miedo a un desalojo.

¿Serán capaces los gestores de esa inmobiliaria o/y la administración municipal competente de llevarse a rastras a quienes se resisten a ese desalojo por la sola y poderosa razón de defender el espacio en que discurrieron sus vidas? ¿Es tal el poder de quienes negocian con el cemento que frente a su acoso de nada vale resistir cuando se es pobre y viejo? ¿Han reparado quienes son responsables de esta situación en la grave zozobra que para esas 13 abuelas supone esta circunstancia?

Al señor Ruiz-Gallardón, alcalde del nuevo Madrid que tiende ambiciosos horizontes hacia un futuro pujante y cosmopolita, le debería bastar un solo detalle para entender y evitar el drama de la calle Ventorrillo 7: Algunas de sus inquilinas nacieron bajo la angustia de una guerra atroz , y ahora, al término de sus vidas, otra angustia no menor las aflige.¿No se las podría dejar en paz en honor y respeto al menos a esa memoria?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues sí, señor Población: En un mundo decadente lo que puedan alegar estas trece abuelas a las que se refiere será desmontado con el auxilio de dinero, porque ¿como van a poder defender sus derechos ante la Justcia si ésta es cara y lenta? El neocapitalismo es brutal en todas sus manifestaciones y ésta no es más que una de ellas. Primero se llevarán a rastras a estas abuelas que a los que convirtieron la Cañada Real en barrio habitable, pues al menos éstos poseern fuerza y, en cambio, esas abuelas no. ¿Sería pedir mucho a sus convencinos que las apoyaran? ¿que les prestaran la fuerza de la que ellas carecen? Yo no lo se, pero solo sé una cosa: No se pueden hacer manifestaciones reclamando que desparezca el hambre en el Senegal cuando a nuestro lado toleramos impunemente la injusticia. A eso lo llamo yo hipocresía y a una sociedad que contempla todo eso con naturalidad la llamo yo sociedad hipócrita.

Anónimo dijo...

Hay muchos más casos como ése que no se conocen porque las víctimas no tienen un periodista a mano o un abogado. Les deseo mucha suerte a las abuelas y al alcalde un poco de sensibilidad, que no se diga que además de no aprobar la ley de memoria histórica, se ciscan en ella.

SBP dijo...

En mi ciudad, en los barrios más codiciados por esta nueva clase "profesional, joven, de gran capacidad adquisitiva y extranjera-europea", como los de gracia o el raval (aunque hoy en día ya nada se salva), las immobiliarias, finalizado el acoso administrativo, suelen continuar con el acoso real: cortes de agua, de electricidad, obras que dificultan el paso, que les dejan sin un techo o una pared, que provocan agujeros en los suelos... Hasta que los pobres inquilinos se ven obligados a marchar (en caso de ser propietarios, a mal vender -pues la finca está muy devaluada, aunque en dos meses ya se habrá revaluado más que bien-) y a buscarse la vida por donde ni los jóvenes nos la podemos buscar.
Todo bajo la sordera y ceguera de nuestros ayuntamientos. Llámales el color que quieras. El dinero sólo tiene un color.
Me pregunto qué pasará cuando los baby boom lleguemos juntos a nuestra vejez, sin pensiones, sin piso. ¿Cómo era aquella película en la que se llevaban a los ancianos a una isla paradisíaca...?

Anónimo dijo...

La sociedad prima a lo joven y margina a los viejos. No es raro que también los acose y los eche de sus casas. Estas cosas no deberían escapársele a ZP si de verdad quiere ser un socialdemócrata avanzado como dice.

Anónimo dijo...

Los viejos no rinden.

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