jueves, 15 de noviembre de 2007

La ley de partidos debe ilegalizar a la ultraderecha incivil

Lazarillo

Para defender la supremacía racial blanca, un ex dirigente norteamericano del Ku Klux Klan se paseará estos días por España dictando conferencias en Madrid, Barcelona y Valencia, invitado al alimón por dos partidos ultraderechistas de curso legal. El hecho de que su periplo coincida con fechas próximas al 20-N denota el entronque ideológico de uno y otros con la estela del extinto Caudillo, capaz todavía de abatir en las calles de Madrid a quienes se resisten al resurgimiento fascista del racismo y la xenofobia.

En España tenemos una ley de partidos, democráticamente infumable, cuya puesta en vigor supuso no sólo un descarrío jurídico sino una vulneración flagrante de los derechos civiles. Todo parece indicar, a la vista del auge y libertad de albedrío con que organizan sus actos públicos y difunden su incivil propaganda a través de la Red los partidos ultraderechistas, que la creación y vigencia de esa ley no les afecta.

Pese a su permanente apología de la violencia, que en demasiadas ocasiones está dando como resultado que sus huestes sientan la tentación de aplicarla contra quienes son sus víctimas propiciatorias o se oponen a su ideario, esta morralla incivil y patibularia debería ocupar por sobradas razones el mismo apartamiento en la ilegalidad que le corresponde a Batasuna.

Si a la formación política abertzale se le exige condenar la violencia para insertarse como partido en la legalidad vigente, según estipula la ley en cuestión, y ya que la ley existe pese a las críticas que nos merezca, su aplicación única y exclusivamente sobre Batasuna -como si ese fuera el único motivo de su promulgación y ejecutoria- debe merecer en las actuales circunstancias la reconvención más enérgica.

Lo reclama a gritos el cadáver de un adolescente apuñalado mortalmente el pasado domingo en un vagón del metro de Madrid por quienes, desde dentro o en el entorno de partidos ultraderechistas, no sólo no condenan sino que fomentan y ejercen la violencia. Hágase antes de que se sientan más libres y puedan hacer uso de esa libertad para acabar con la vida y la libertad de los demás.

RedDiario
Artículo
C.J.P.16 años
La nefasta asociación de emigración con inseguridad ciudadana –fascismo puro–, los comentarios falaces a la regularización de emigrantes para contentar a los votantes de ultraderecha, los curas en la calle histéricos porque los jóvenes aprenden el abc de la ciudadanía, la negación sistemática de la derecha española a reconocer los derechos de las víctimas del franquismo, todo eso alienta y es el gran caldo de cultivo del fascismo moderno, y quienes lo alientan y toleran son, por acción u omisión, responsables del asesinato racista de Carlos Javier Palomino.
Como escribió un peruano emigrante en París, César Vallejo: “Registrándole, muerto, halláronle en su cuerpo un gran cuerpo para el alma del mundo”.
Carlos Javier Palomino tenía 16 años, se atrevió a decir NO al fascismo, y nadie, ningún rey o vasallo, le hizo callar.

Luis Sepúlveda, Público

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Quien no respeta la democracia no debe servirse de la democracia para atacarla.

SBP dijo...

Lo que yo me pregunto es, legal o no legal, ¿dónde está la policía cuando se producen los altercardos? Porque, vaya, en las manis por la vivienda (por ejemplo), el desfile está rodeado por todos los costados.

Anónimo dijo...

Recomendable el artículo de Sepúlveda hoy en Público.

Anónimo dijo...

Muy bueno el artículo de Sepúlveda.

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