sábado, 13 de octubre de 2007

Irak es una pesadilla sin fin

Melibea

Llora este niño de Bagdad porque alguien ha hecho estallar una bomba en un carrito de golosinas en un parque, esparciendo la muerte delante de sus ojos. Bagdad significa Ciudad de la Paz, pero lleva más de cuatro años desangrándose a dentelladas de terror. Este niño debería tener derecho a la paz, el pan y la escuela. Hace unos días habló el admirado escritor alemán Günter Grass de nuestros derechos y de la democracia: La democracia es un bien que hay que defender a diario. Lo voy a ilustrar con un ejemplo: durante años nos hemos esforzado por construir, por segunda vez, una democracia en Alemania. En estos momentos la estamos desmantelando. Por un miedo histérico al terrorismo nos estamos convirtiendo más y más en un Estado policial, nos prestamos al juego de los terroristas, al debilitar más y más lo que más odian los terroristas, el Estado de derecho (...). Le estamos haciendo reverencia al terrorismo al restringir los derechos fundamentales. Anteayer habló un general norteamericano, primer responsable en Irak de las tropas invasoras, de la pesadilla sin fin en que se ha convertido aquello. Nadie mejor que ese niño para describirla con su llanto, aunque su imagen apenas cuente como ilustración de la ignominia. Si en nuestros Estados decrecen las libertades, ante la amenaza terrorista que falazmente se nos hizo creer que provenía de Irak, ¿qué podemos esperar de estos niños iraquíes nacidos y criados en el terror cotidiano? ¿Acaso que algún día nutran de hecho el temor al terror en nuestros Estados de derecho hasta anular su honroso calificativo para que el terror y la barbarie nos anulen a todos?

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