martes, 30 de octubre de 2007

Nuestros hijos necesitan padres, no amigos

Félix Población

Granada es la ciudad de España que arroja un menor número de delitos cometidos por menores. Es en Granada donde a un menor que circula borracho en una moto se le impone como sanción la visita a un centro de parapléjicos para que se entere de las consecuencias que puede tener su inconsciencia o temeridad. En esa línea, un menor que quema papeleras es obligado a trabajar dos fines de semana como bombero. O a estudiar y trabajar para llevar un sueldo a casa si su delito ha sido robar. Todas esas sencillas y ejemplares sentencias son obra del magistrado don Emilio Calatayud (en la foto), para quien es más rehabilitadora la libertad y la educación que los centros de internamiento.

Un vídeo con una charla al respecto del señor Calatayud, en el que se nos habla de estas y otras instructivas y elementales consideraciones relativas a la educación de nuestros menores, está siendo masivamente visionado a través de la Red desde hace unas semanas (va por las 400.000 visitas). En el mismo expone el magistrado una serie de premisas fundamentales que parecen haber cobrado hoy una necesidad de reafirmación y relevancia que nunca debió cuestionarse u olvidarse. Afirmar, por ejemplo, que los hijos necesitan padres, no amigos, parece casi una verdad de perogrullo, pero resulta de todo punto urgente recurrir a su plasmación efectiva en la órbita familiar ante tanto padrazo o madraza convencido de que lo güay es una relación de colega con sus hijos.

En los últimos treinta años -según afirma don Emilio - se ha pasado de unos padres preconstitucionales y autoritarios al extremo opuesto, configurado por un exceso gratuito de tolerancia y comprensión sumamemente permisivos con los menores, de suerte que se está dando el caso de una generación que un día fue esclava de sus padres y hoy lo es de sus hijos. Esa esclavitud trae como consecuencia el riesgo de su transmisión del hogar a la escuela, donde el otro puntal clave de la educación, el maestro, no suele merecer por parte de muchos padres y alumnos el respeto y la consideración requeridos para una convivencia escolar provechosa.

Pero la frase que titula este comentario va más allá de las conclusiones que se pueden extraer como balance en el ámbito estrictamente escolar. Si el señor magistrado afirma que debemos ser ante todo padres y no amigos de nuestros hijos, lo hace porque de la primacía de esa relación paterno-filial va a depender no sólo el fruto de la enseñanza recibida en el hogar y el colegio, sino el comportamiento civil y, por lo tanto, el grado de compromiso social responsable de nuestros vástagos.

Debemos evitar a toda costa, ya que se han perdido para bien los rigores de la paternidad dictatorial de antaño, que la sustituya una filialidad de esa guisa. Sobre todo porque de nuestros hijos es la sociedad que viene y preferimos que no se formen en ese nefasto aprendizaje del que luego podrán hacer práctica aplicación.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mucho de ese coleguismo entre padres e hijos viene de la publicidad, la telebasura, los telefilms y demás mierda en lata, también de un concepto tan equivocado como ese de que si lo pasé mal, ellos que disfruten a tope. Me parece muy bien loo que dice y lo que dicta el juez de Granada y lo claro que lo tiene según lo explica.

Anónimo dijo...

Suscribo íntegramente cuanto se dice en el comentario, incluida la opinión de Regis.

Anónimo dijo...

La paternidad se ha hecho más superficial y más cómoda. Dejamos más albedrío a los niños porque nos molestamos menos por ellos. Les damos más libertad porque es más cómodo, no porque sea más conveniente.

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