sábado, 8 de septiembre de 2007

Manuel Rivas y el libro con boca de Héctor Abad Faciolince

Luisa de León

Cuando un artículo, además de breve es bueno y redondo, lo recomendable para quienes crecimos en la galaxia de Gutembreg es su lectura y relectura oliente y palpable en el papel impreso, íntegra y pausada. Por eso recomendaría a quienes no hayan adquirido hoy el diario El País hicieran lo propio para gozar de esa amena, reflexiva y antigua facultad, ahora un tanto desplazada por la compulsiva lectura plasmática. La columna de contraportada de don Manuel Rivas bien se lo merece. Se refiere el escritor y periodista gallego a un libro que le deslizó una librera colombiana, cuyos ojos define como de sensualidad kafkiana, y que se le agitó en la bolsa como un verderón inmigrante, de los que se guían por la polar, atrapado en el día. No sé si un libro puede cambiar la vida -dice Rivas-, pero sí puede alterar tu reloj biológico:

"El olvido que seremos", de Héctor Abad Faciolince, me mantuvo en vigilia toda la noche. Habría que hacer un canon de los libros que no te dejan dormir. En Colombia comprobé que "El olvido que seremos" iba de mano en mano, deslizándose como un sortilegio contra la vesania. El día en que iba a ser asesinado, el 25 de agosto de 1987, Héctor Abad, padre, copió en un papel un soneto borgiano que comienza así: "Ya somos el olvido que seremos...". Pero, ¿quién iba a hacerle daño al doctor Abad? Médico, humanista, profesor de la Universidad de Medellín, era también presidente del Comité de Derechos Humanos de Antioquia. Había ayudado a nacer a pobres y ricos. Plantaba árboles en los agujeros del tiempo. Era bondadoso hasta el despiste. Un día se quedó solo en una manifestación. Solitario, pulcro, con traje, corbata y pancarta, frente a un carro antimotines. Le dejaron libre. Lo había confundido con un camión de la basura. ¡Era el doctor Abad! Lo asesinaron a la puerta del velatorio de un maestro sindicalista, el día en que copió el soneto sobre el olvido. Y ese mismo año mataron a su sucesor en el Comité de Derechos Humanos. Y al sucesor del sucesor también lo mataron. Pero el libro del hijo, que ahora se edita en España, no es sólo un relato de crímenes impunes. Es un libro con boca. La boca inolvidable de la gran literatura que ha sobrevivido a la extinción de las palabras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Voy a leer ese libro. Graciaa spor la información.

Anónimo dijo...

Acabo de leer el libro y Rivas se queda corto: Sobresaliente.

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