miércoles, 25 de julio de 2007

Le Tour cuesta abajo


Félix Población

Para quienes admiramos por acción y visión el deporte del ciclismo y estábamos dispuestos a creer, con el director de Le Tour, que éste era el año en que se debía reconquistar el prestigio de la carrera francesa, la noticia del dopaje de Alexander Vinokourov supone un desengaño muy difícil de encajar. Sucede, además, después de asistir a una espectacular pugna entre el actual líder Michael Rasmussen y el joven ciclista Alberto Cantador en las rampas pirenaicas, durante el transcurso de la etapa de Loudenville, última triunfo del corredor kazako.

Todo invitaba a pensar que los encomiásticos calificativos ganados por Vinokourov a lo largo de la presente edición de Le Tour estaban justificados en razón a su combatividad y ambición de victoria. Tras haber sufrido una dura caída que le apartó de las expectativas de vestirse de amarillo y subir al podium en París, la extraordinaria contrarreloj de hace unas fechas y su posterior reafirmación como ciclista batallador en la meta de Loudenville venían a revalidar la categoría deportiva del rubicundo corredor.

Pero el esfuerzo y capacidad de superación de Alexander Vinokourov en la etapa cronometrada de Albi no estaban avalados por el mérito de su propia energía y voluntad de lucha, sino por el efecto enriquecedor de oxígeno que comporta una transfusión de sangre homóloga previamente enriquecida con glóbulos rojos. Gracias a semejante proceder espurio, que denigra la esencia del ciclismo como deporte de competición, el corazón del corredor supera mejor la fatiga y obtiene como fraudulenta compensación una victoria que ahora se ha convertido en auténtica sima para el brillante currículo del protagonista.

La noticia nos ha dejado casi sin capacidad para la reacción. Cuentan que Klöden, compañero del ciclista kazako en la ronda francesa y uno de los primeros clasificados en la carrera, pasó ayer la tarde bebiendo cerveza en el bar del hotel. La imagen es toda una metáfora del abatimiento.

No faltarán durante la jornada de hoy, sin embargo, los gritos de ánimo de miles de entusiastas espectadores en los repechos pirenaicos. Se celebra la llamada etapa reina en la que posiblemente se decida el ganador del Tour. Aspiran a ello un curtido ciclista danés y un jovencísimo corredor español, dos generaciones separadas por casi diez años. Al primero sólo le debe mover la consecución de una victoria digna que sirva de colofón a su carrera como profesional. A nuestro esforzado Alberto Contador, además del temprano y sobresaliente logro de su primer gran triunfo, el compromiso de honradez y pundonor con el porvenir de un deporte que deje de lado para siempre las tramperías y miserias de competir con sangre ajena.

De lo contrario, la expectación, afición y pasión que sigue despertando el ciclismo en las cunetas podrían desangrarse.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace más de diez año que deje de entrenarme como ciclista amateur. Ya entonces no me gustaba el ambiente que se vivía en esa deporte, para el que creo que se necesita una gran capcidad de sacrificio y superación. Lo que ahora se descubre prueba el grado de espectáculo que se exige a unos seres humanos para que en torno al ciclismo se monte un auténtico carrusuel comercial donde se mueve muchos millones. El ciclismo como deporte nunca morirá porque quienes lo disfrutamos sabemos que es más fuerte su poder que toda la mierda que lo rodea. Lo que sí va a morir es el negocio del ciclismo, como pueden morir otros grandes negocios montados en torno a otros deportes. Ese día el deporte se parecerá a lo siempre debió ser: un ejercicio de superación humana. Si falla esta condición en el hombre, poco cabe esperar de la humanidad. Muchas gracias por ese post, escrito, creo, con tanta autenticidad.

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