Lazarillo
Suelo prestar por lo general suma atención a las cartas suscritas en los periódicos por los lectores, como es público y notorio para quienes sigan este modesto DdA. Máxime si quienes lo hacen son personas mayores y hacen constar en sus escritos algún rasgo definitorio de su trayectoria vital o de la indiferencia, marginación u olvido a que los somete esta vertiginosa y desconsiderada sociedad nuestra, idólatra de la juventud. La misiva que sigue la firma don Gaspar García García, apareció en el diario El País el pasado miércoles y hace referencia a unas circunstancias, alojadas en la amarga memoria de la Guerra Civil, a las que se vio abocada la generación de la que don Gaspar es un lúcido y nonagenario sobreviviente y por la que siento, como descendiente y conciudadano, el máximo cariño y respeto:
Acabo de cumplir 93 años y todavía sigo preocupado por la guerra incivil en la que participé. Recién alumbrado el año 1936 inicié el servicio militar, jurando la bandera roja, gualda y morada republicana, la que mis superiores me instaron a defender hasta la última gota de mi sangre si fuese necesario. Al estallar la guerra, esos mismos superiores, cuando mi compañía era conducida al frente, ordenaron cambiar la bandera que habíamos jurado defender por la roja y gualda de los rebeldes que, a la postre, defendería hasta caer herido y hasta la muerte muchos de mis compañeros a pesar de no haberla jurado nunca. Después de tantos años siento todavía el yugo que me suponía obligado cómplice de la conspiración de mis jefes militares. Ellos rompieron mi propio juramento y me forzaron a rebelarme contra él. Reivindico la memoria de aquellos tiempos y, sobre todo, recuperarla para honrar a tantos asesinados y enterrados por la barbarie planificadamente exterminadora de los vencedores en cunetas, huertos o parajes, que viejos como yo aún recordamos. Nunca me he sentido vencedor, detesto mi servicio a una bandera impuesta durante casi 40 años por un régimen de miedo, perversión, crimen, atraso e ignominia. Ahora lo importante es que esto lo sepan los niños desde que entran en la escuela: la memoria que nunca se debe perder para desechar las guerras a base de democracia y mantener la esperanza viva que generó el 14 de abril de 1931. La guerra no fue una consecuencia de la República, la guerra fue planificada por fuerzas civiles, militares y de la iglesia católica que exterminaron el progreso, la democracia y la libertad inherentes al desarrollo en paz de la II República.
El pasado 14 de abril, fecha conmemorativa de la proclamación de la Segunda República Española, don Francisco Frutos, secretario general del Partido Comunista, no vio publicado en el diario El País el artículo que, a instancias de los responsables de la sección de Opinión de ese periódico, le fue solicitado para tal fin. Según la Secretaría de Comunicación del citado partido, la única explicación dada por el diario ante las reclamaciones del PCE es que posiblemente hubiera muchos artículos y no se pudo publicar, algo que para los comunistas denota un ejercicio claro de censura. Como creo que don Gaspar García García se lo merece, por confiar sus vivencias republicanas a un medio capaz de silenciar por otro lado lo que podrían ser también sus expectativas y las de muchos ciudadanos para quienes la república comporta mucho más que una mera nostalgia o una distante y distanciada rememoración, les enlazo a quienes tengan interés por el artículo del señor Frutos con el último número de la revista Mundo Obrero donde sí aparece publicado. A juicio del lector queda dilucidar qué ideas de don Francisco no caben en el prestigioso diario independiente de la mañana.
12 comentarios:
Una muestra más de que la izquierda actual no cuenta para ese diario, sólo cuando tiene 93 años cabe en sus páginas.
A ver si algún día la memoria histórica recuerda que, aún ganadas ciertas elecciones por la derecha CEDA, el PSOE no admitió los resultados porque debido a la ley electoral de entonces ellos tenían menos diputados, aunque habían obtnido más votos que CEDA. Esa fue la causa de la famosa revolución de 1934 y extiende una sombra de duda razonable sobre la legitimidad de la II República.
No, mire, aquí no se habla de partidos, ni de meterse con la izquierda o la derecha republicanas, que de todo hubo, sino de un régimen legítimo y democrático al que una dictadura sumió en la muerte, la persecución y la represión, y sobre el que parece que todavía no se puede hablar como alternativa a la actual monarquía, impuesta por quien acabó con aquel régimen de libertades.
Respecto al republicanismo de la CEDA debo decir que cuando la CEDA ganó las elecciones de 1933 con un total de 115 diputados, fueron las juventudes de la CEDA, en connvencias con los partidos fascistas nacientes, los monárquicos y tradicionalistas, los que hacían afirmaciones netas de antiparlamentarismo y establecieron los primeros contactos con Mussolini, en solicitud de ayuda militar para derrocar al régimen republicano.
Dice mucho de lo que un artículo no publicado en un periódico puede decir de ese periódico.
Pues verá usted: Lo de que la CEDA era un partido fascista y que por añadidura preparaba un golpe de Estado fue desmentidonada menos que por el propio Besteiro. La verdad es la siguiente: CEDA, al haber sido el partido político con más diputados, exige a Lerroux con cuyo Gobierno había colaborado hasta entonces, una participación directa en dicho Gobierno. Que un partido de derechas entrara a formar parte del Gobierno no le gustaba ni poco ni mucho al PSOE a pesar del mandato popular, así que estalló la famosa revolución, cuyos focos principales estuvieron en Cataluña y Asturias.
Y, claro, la pregunta es si no haber aceptado pacifícamente el resultado de las urnas es legítimo o no, que es de lo que se habla ¿no? De legitimidad.
David conecta con las tesis de los historiadores revisionistas que ahora tratan de rescatar las razones del golpe de Estado de Franco, algo que la Historia nunca disculpará porque, aun siendo imperfecto el régimen republicano, lo era por decisión de los españoles, no por imposición de quien luego prolongaría el estado de guerra, persecución, cárcel y fusilamiento hasta 1948.
El año que viene van a tener una segunda oportunidad los de Acción Popular (CEDA), quiero decir los de Alianza Popular, esto es los del PP, nunca tanto parecido con aquel partido de Gil Robles que amnistiaba al golpista Sanjurjo y congeniaba con los falangistas y requetés de Franco.
Un verdadero historiador no puede ser revisionista y si es revisionista no es verdadero historiador. Los terribles hechos de la revolución de 1934, como la practica destrucción de la ciudad de Oviedo, la dinamitación de la Cámara Santa de su Catedral y el ataque a los puestos de guardia civil, Ayuntamientos, etc, etc, no son fruto del revisionismo, sino hechos terribles aunque hoy nos parezcan inconcebibles. También son hechos sus causas. Hechos pasados todos, pero hechos. Una cosa es la Política y otra cosa muy diferente es la Historia; de ésta deben aprender los políticos, pero si se meten a historiadores entonces vamos apañados. La Historia nos enseña fundamentalmente que nada es como los políticos aseguran, porque en ella ni hay oportunismo ni pragmatismo político y por eso es importante tenerla en cuenta de vez en cuando.
Un modesto consejo para DB, dicho sea sin creerme maestro de nadie, y es que para hacerse depositario de lo que es verdadero y de lo que no lo es, sean historiadores o naranjas, conviene más estudiar que pontificar. Aparte las tropelías indicadas por DB a cuenta de los revolucionarios, está el millar de muertos que causó la represión de la revolución durante el bienio negro. Fue la CEDA quien recurrió al general Franco para esa operación militar. En Asturias encontró el extinto caudillo, a más de esposa, el modelo para hacer carrera como dictador por la gracia de Dios.
Gracias por su consejo; tampoco yo soy maestro de ninguno de ustedes, pero creo que tengo derecho a opinar y como es mi criterio hacerlo sobre hechos y no sobre consignas,suelo asegurarame de si esos hechos son ciertos o no. Ciertamente, no todos los hechos que por desgracia ocurrieron antes y después de la República avalan que cualquier clase de juicio que se emita sobre ella sea cierto e inamovible. Pero observe usted que digo "cualquier" jucio, ya sea bueno o malo. Si me he permitido mencionar ese hecho y no otros, es porque arroja ciertas dudas acerca de la legalidad del Gobierno de aquella época. No digo de la República, que fue consecuencia de unas elecciones legítimas, sino del Gobierno de aquella época. En cuanto a las vinculaciones de la CEDA con el levantamiento de Franco, lamento decirle sin ánimo de pontificar que no han podido probarse y eso es muy diferente de si fue la CEDA o no quien propuso que Franco sofocara la sublevación. Al fin y al cabo, Franco era por entonces un General de la República.
Publicar un comentario