Melibea
Ayer me fui a la cama después de ver el enjundioso informe de Cuatro TV Anatomía del ladrillazo, donde se da cuenta de las tropelías cometidas en diversos municipios de España como consecuencia del grave estigma de la especulación y la corrupción urbanísticas. El programa, por supuesto, no resultó de lo más adecuado para conciliar el sueño. Una mano no se lava sola, contaba en el mismo el modesto pensionista que inició la primera denuncia por cohecho contra el alcalde del Partido Popular de la localidad mallorquina de Andratx, a quien se le imputan delitos de prevaricación, blanqueo de capitales y contra la ordenación del territorio. Toda una frasecita para pillar un desvelo de conciencia que nos haga reparar en lo calladas que están esas vergüenzas patrias durante los cursos políticos ordinarios y lo bien y lo mucho que saltan a las portadas de los medios en cuanto se avecinan unas elecciones municipales. Eso sí, de pacto de Estado contra esa lacra, nada de nada. Menos mal que para compensar la desazón provocada por el informe de Cuatro TV, esta mañana he tenido la satisfacción de reconfortarme con el excelente artículo de la catedrática doña Adela Cortina Orts, publicado en el diario El País, y cuya lectura recomiendo a cuantos estén hartos no sólo de las miserias de la política insidiosa, falaz y sectaria propia de la vigente legislatura, sino de las que afectan a nuestra propia sociedad. Como autora de un libro que asimismo exhorto a leer, Ética de la razón cordial, doña Adela sostiene en La educación cordial estos interesantísimos y sustanciosos conceptos que dan fe del activismo ético de esta reputada profesora de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, para quien la cátedra no es un acomodo sino un estímulo de perseverancia en el conocimiento. Nos falta corazón, afirma la señora Cortina. Se impone una educación para la concordia:
(...) El corazón (cor-cordis) es el centro, la clave de algo: también de las personas. En ellas, es el lugar del afecto, pero también de la inteligencia, el espíritu, el talento, incluso el estómago. Porque hay que tener estómago -y mucho- para bregar por la justicia y para hacerse el ánimo de aspirar a la felicidad, que son las dos grandes metas de la ética. Importa educar ciudadanos en todas estas dimensiones del corazón, sobre todo en la justicia, porque, en caso contrario, habremos perdido la partida.
Una educación en la ciudadanía cordial atendería a la inteligencia para descubrir cuál es nuestro interés más fuerte, y sucede que nos interesa actuar bien si no queremos perder vida y propiedad; al cultivo de los sentimientos con los que descubrimos mundos inéditos, como el sufrimiento, el gozo y la indignación ante la injusticia; al reino de los valores con los que podemos acondicionar el mundo y hacerlo habitable; a la autonomía por la que somos protagonistas de nuestras vidas, autores de nuestra propia novela. Pero también a la compasión, al ser con otros que nos constituye como personas, y es un descubrimiento de la razón cordial.
"Conocemos la verdad no sólo por la razón, sino también por el corazón" es el célebre "Pensamiento" de Pascal. Conocemos la verdad, pero sobre todo la justicia.
Educar para el siglo XXI sería formar ciudadanos con buenos conocimientos y con prudencia para calibrar qué les interesa. Pero también con un profundo sentido de la compasión. Por eso la virtud soberana del siglo XXI será la cordura, que es un injerto de la prudencia en el corazón de la justicia.
4 comentarios:
Eso es lo que debe enseñarse en las escuelas.
Echarle cordura al mundo requeriría casi tanta voluntad como empeño en moderar la contaminación del planeta.
Si la ciencia o la educación fuesen infusas, nada necesitaríamos hacer ni las familias ni los profesionales de la educación, pero estamos muy lejos del paraíso terrenal. Nuestra infancia y juventud tiene pocos referentes sociales como para empaparse de forma espontánea de valores imprescindibles para el desarrollo del individuo y la mejora de la sociedad. Por el contrario nuestros jóvenes están rodeados de contravalores que resultan ser muy atractivos.
Hay quienes defienden que la educación es fundamentalmente una cuestión de la familia, y es cierto, pero no todos los niños y niñas tienen la familia ideal y no por ello dejan de tener derecho a una educación en valores, y eso lo tiene que suplir la educación pública. Al mismo tiempo hay que observar cómo la mayoría de las familias dejan este quehacer en manos los/las docentes. En la familia se vive, se procura dar buen ejemplo, presentar modelos de conducta, pero en las familias que no pueden o no saben hacerlo, los niños y las niñas quedan en total vulnerabilidad. Por otra parte, aún en el caso de que sean familias “normales”, difícilmente se hablan y se comentan tantos temas como son necesarios para la formación de la infancia y adolescencia.
En el entorno social en el que vivimos no es fácil identificar y aislar valores y modelos de vida: una televisión cargada de violencia, mediocridad, superficialidad, frivolidad, debates políticos odiosos, noticiarios truculentos, una publicidad embaucadora, etc. etc. Una de las cosas más nocivas son las muchas las horas de televisión de nuestros niños y niñas. En otros ámbitos de ese mismo entorno social vemos agresividad, consumismo, violencia de género, botellódromos, racismo, velocidad al volante como asertividad de la persona, metas personales fundamentalmente materialistas, destrozos medioambientales. Esto que enumero no es el Apocalipsis, esto es lo que más se ve y la oferta gratuita que se hace a nuestra juventud. ¿Cómo no va a ser imprescindible una orientación sistematizada para que nuestros niños y niñas sepan discernir y sepan tomar la decisión más correcta?
Tampoco se trata de prohibiciones, sino de metas, de objetivos positivos, de planteamientos constructivos. Si desde temprana edad se interiorizan los valores, entrarán a formar parte de la estructura de la personalidad, en cuyo caso las prohibiciones y sanciones serán menos necesarias.
Cierto es que todos los temas educativos se prestar a darles distintos enfoques y que los/las profesionales que den esta asignatura pueden modificar descaradamente el objetivo que se persigue, pero en la vida hay que correr riesgos si se quiere avanzar.
Perdón por haberme extendido demasiado. Abrazos
Muy agradecidos por su comentario.Haremos uso del mismo con su permiso. Un cordial saludo.
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