La víctimas del 11-M

Lazarillo

Ayer hablaron las víctimas del 11-M en la Casa de Campo. Sólo seis voces, seis nombres, seis testimonios llenos de dolor atados al recuerdo de aquella trágica jornada por la indeleble memoria de la sangre. La sala escuchó con un silencio impresionante e impresionado su lección de dignidad. Escuchamos esa misma lección el día en que doña Pilar Manjón se subió a la tribuna del Congreso hace tres años. ¿Recuerdan ustedes las actitudes conmovidas de sus señorías, sus gestos contritos y sus palabras de solidaridad? En lo humanamente esencial, no hay apenas variantes entre la alocución conmovida de la señora Manjón y lo que ayer expresaron ella misma y sus compañeros en la desgracia.

Un trienio no enfría el sentimiento ni vacía de sentido las reivindicaciones. Las bombas podrán ocasionar coágulos en el cerebro de don Antonio Miguel Utrera, pero el baile de sonámbulos de aquella gente rota que caminaba mirando hacia la nada le obliga a exigir la máxima pena para los culpables y responsabilidades políticas para los miembros del anterior Ejecutivo, según expuso este joven estudiante de Historia, ahora hemopléjico como consecuencia de las heridas sufridas aquella aciaga mañana en el tren de Téllez.

Me entero ayer, a través de la detallada reseña que don Juan Carlos Escudier hace de la sesión en su excelente blog, que don Álvaro Vega, cuya hermana Laura lleva tres años paralizada, estaría muy interesado en preguntar a don Pedro el de la Jota, director del diario El Mundo, por qué publicó en su periódico un año después del 11-M fotos de Laura postrada sin el consentimiento de la familia. Desde ese mismo medio, o desde los que regenta y manipula don Federico del Tremedal, forjadores de la absurda teoría de la conspiración, se puso en entredicho repetidas veces la dignidad de las víctimas, esa misma dignidad que ayer volvió a brotar como un manantial de conciencia en la Casa de Campo. El señor Escudier lo refleja muy bien en el último párrafo de su post:

De Eulogio Paz dirán que está politizado porque su muerto es Daniel Paz Manjón, su hijo y el de Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo. Dirán que está politizado porque buscó a su hijo en el hospital Gregorio Marañón, y luego en el Doce de Octubre y más tarde en la Estación del Pozo, y después en la Paz y luego en el Niño Jesús y a continuación otra vez en el Marañón. Dirán que está politizado porque esperó una noche entera en un pabellón del Ifema hasta que la Policía Científica le informó de que creía haber identificado el cadáver de Daniel y le pidió una muestra de ADN. Dirán que está politizado porque recogió su cuerpo cinco días después para velarlo y al día siguiente lo incineró. Dirán que está politizado porque pide cadena perpetua para sus asesinos y responsabilidades para Aznar y su Gobierno. Seguro que el gran Federico descubre que le paga el PSOE.

Las víctimas del 11-M se dejaron oír ayer tal como son, tal como sienten, tal como viven y conviven con aquella tragedia en su memoria y por la que reclaman el derecho a que la Justicia actúe con todo el rigor debido. Esas víctimas están con su dolor a solas y por eso llegan al fondo de quienes escuchan su testimonio, sin banderas, sin pancartas, sin sucias manipulaciones a cuenta de ciertos políticos frustrados y algunos resentidos y fabuladores profesionales de la información para quienes el 11-M se quedó sobre todo en conspiración política y negocio mediático.

RedDiario

Artículo
BAILE DE SONÁMBULOS
(...) Y desde entonces es el voto, y no la solidaridad con las víctimas, lo que más nos motiva. Por desgracia el 11-M no aparece asociado a la condolencia con quienes sobrevivieron a la masacre o los familiares de los muertos. Al menos en los ámbitos públicos, el 11-M (la tragedia) solo es un previo del 14-M (las elecciones). O un oscuro episodio de la lucha por el poder sobre el que políticos irresponsables y periodistas enredadores han escrito páginas vergonzosas. Así de crudo.
Ya lo vimos hace algo más de un mes, cuando, entre muestras de dolor y llanto hacia adentro, los políticos salieron en la foto pero se hicieron pequeños en el emotivo acto inaugural del monumento en memoria de las 191 víctimas mortales. Los enfrentamientos verbales de tirios y troyanos durante el transcurso del acto tuvieron que ser acallados por la mayoría de los asistentes. Solo veinticuatro horas antes, no muy lejos de allí, se había llegado a cabo la enésima manifestación del PP contra la política antiterrorista del Gobierno. Pero era la soflama y no la compasión el móvil de los convocantes.
Del sincero dolor que sienten los ciudadanos normales, exentos de sectarismos partidistas, nos queda ese memorial de luz, cristal y silencio plantado junto a la Estación de Atocha. Y los dramáticos testimonios de las seis víctimas cuyo paso por el juicio del 11-M nos puso ayer un nudo en la garganta.
Antonio Casado, El Confidencial.