jueves, 5 de abril de 2007

Don Mariano Rajoy y la ridiculez

Lazarillo

Hace más que unos cuantos años tuve el placer de conversar con el escritor y psiquiatra don Carlos Castilla del Pino en su casa de Córdoba, ciudad a la que siempre identificaré en mi memoria con el dulce aroma del azahar en sus calles antiguas y encaladas. Desde entonces le profeso al señor Castilla del Pino una deferencia especial por sus opiniones, por lo general tan atinadas como críticas en su indagación del hombre y su circunstancia. Las de hoy en el diario El País analizan la actitud de don Mariano Rajoy, líder de la airada oposición, y su persistencia en el error a través de su estrategia política. El error -afirma don Carlos- tiene una condición maligna: además de perjudicar a quienes se le induce, se vuelve contra el que lo comete. Por error y ridiculez entiende el reputado psiquiatra la manía de don Mariano de sacar con harta asiduidad sus huestes a la calle y declarar un boicot imposible al Grupo Prisa, del que alguno de los diputados del PP se desmarcó en su día –don Joaquín Calomarde, que lo expuso además en el diario aquí citado- y ya le ha costado el puesto. La ridiculez del político tiene tal eco –asevera don Carlos- que sólo depara un tratamiento eficaz: su huida inmediata, su desaparición definitiva. Recuerda al respecto el doctor Castilla del Pino el caso de otro líder frustrado de la derecha, el señor Hernández Mancha, que solventó su fracaso de manera callada, discreta, casi inadvertidamente desapareció hasta inexistir (como político, me refiero). A continuación detalla el médico y escritor cordobés las razones por las que cabe tachar de ridículo el proceder del señor Rajoy:

Aunque las manifestaciones convocadas por él alcancen la cifra de gritantes (esta palabra no figura en el DRAE) que la embriaguez (del éxito) le lleva a suponer, es evidente que la de los que pasean, charlan, ven el fútbol o se dedican a cualquier tarea nada trascendental, pero legítima y necesaria para el merecido sosiego, es mucho mayor. Y cuando estos mismos las contemplan horas después en la pantalla de la televisión, y oyen, además, el vocerío de los asistentes declarando los motivos de su presencia allí, deben preguntarse cómo es posible tamaño anacronismo. Las manifestaciones rajoianas, valga la expresión, son, en efecto, ridículas, ante todo por su ranciedad.
Un ridículo, si no se huye de inmediato, lleva indeclinablemente a otro, y éste a otro, y así sucesivamente. Hace pocos días, es un ejemplo, Ratzinger nos amenazó con algo que habíamos olvidado, y seriamente, como conviene a la perfecta ridiculez, alzó la voz para recordar, urbi et orbi, el lugar a donde podemos ir muchos de nosotros. Pronunció a voz en grito estas dos palabras: "¡Hay infierno!". E imaginando el escaso terror que esas dos palabras podían suscitar a la fecha en que estamos, se sintió obligado a añadir cuatro más: "¡Y además es eterno!". El ridículo se magnificó. Un amigo argentino me dijo: "¡Qué bien que se hubiera callado!".
Ése es el consejo que me permito dar al señor Rajoy. España, o, para evitar grandilocuencias, los españoles, no estamos ya para esas cosas. Es un país rico, lo va a ser aún más, y la mayoría de sus habitantes están en condiciones de pasarlo bien, presumiblemente cada vez mejor. Y además son (pido perdón de antemano por valerme de la tan mal usada palabra) patriotas, pero sin necesidad de declamarlo, por la única razón verdaderamente válida: trabajan todos los días y han hecho de este país el que hoy es. ¿Se recuerda el país que era éste cuando estaba bajo la férula de los que monopolizaron la españolería patriótica durante cuarenta años? A esos patriotismos desgañitados se refirió el gran filólogo Samuel Johnson, mediado el siglo XVIII, con esta frase: "El patriotismo es el último reducto de la canalla". El patriotismo no se declama; el patriotismo se hace. Los desmelenes de los asistentes, las banderas (made in China) tan flamantes, las frases coreadas, las pancartas son precisamente garantía de la falta de razón.
Frente a estas manifestaciones con su pretendido carácter aterrador, contengamos la risa (risum teneatis, decían los latinos). Hasta que este líder, curado por ese gran psiquiatra que es la Realidad, le enfrente a su propio ridículo, le acompañe discretamente hasta el foro y le invite, con la ayuda, ¡muy pronto!, de sus mismos correligionarios a los que ya estorba, a sumirse en la inexistencia.


RedDiario

Artículo
EL MUNICIPIO PEPERO DE SANTANDER DEDICA UNA CALLE A UN FALANGISTA
Es la primera vez en estos treinta años de democracia que la política antiterrorista es utilizada como arma electoral y de desgaste contra el Gobierno, que es el competente en esta materia, lo que no honra, precisamente, a los políticos que lo están haciendo”. La frase es de Alberto Oliart, ex ministro de UCD, que lo fue en los Gobiernos de Adolfo Suárez y de Leopoldo Calvo Sotelo.
Enric Sopena, diario El Plural

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues, señor, más rica que España y mucho más importante es Francia y allí tanto en los mitines progresistas como en los conservadores se exhibe con orgullo la bandera tricolor, se canta la marsellesa y se oyen por todas partes frases como la de "estamos orgullosos de ser franceses". Claro que hay mucha diferencia entre sus políticos y los nuestros; entre su ilustración y la nuestra; entre el orgullo con el que cuentan su historia y el complejo con el que contamos la nuestra. No se engañe, señor: por cada uno de esos manifestantes hay tres más que piensan como ellos, así que multiplique. En cuanto al señor Rajoy, estoy de acuerdo en que no es un gran político pero dígame ¿es que hay algún buen político en España ahora? Si a la izquierda molestan las manifestaciones de la derecha y las declaraciones que las acompañan, dígase así y aportense razones y no prejuicios como es el dar por sentado que son ridículos ciertos comportamientos. No hay nadie que esté libre de ellos, por muy inteligente y famoso que se sea. De no obrar así, solo se convencerá a aquellos que ya lo están.

Lazarillo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lazarillo dijo...

Este Lazarillo advierte a quienes descalifiquen a otro comenatrista con insultos que su lugar no es Diario del Aire.

Anónimo dijo...

Cómo que tres, España entera se siente pepera, ya ven lo bien que hace el PP en echar a un concejal suyo de Ermua o a un diputado porque no comparten la línea del partido. Y esto es sólo el princio

Anónimo dijo...

Aunque estoy de acuerdo con los fundamental del artículo, no estaría tan seguro de que esa España obsoleta que denuncia el escritor cordobés esté perdida en la historia.

Anónimo dijo...

De todo esto vamos a salir muy pronto de dudas con las primeras elecciones y puede que haya sorpresas, ni creo que el PSOE las tenga ganadas ni el PP tan perdidas como dice ese señor cordobés que tan mala uva gasta siempre con la derecha.

Anónimo dijo...

Es muy difícil, ciertamente, razonar con neutralidad en política pues a menudo nos ciega nuestra ideología y sin mala intención elevamos nuestros deseos a realidades, con lo cual jamás vemos éstas. Le realidad es que el PSOE tiene una ligera y muy precaria ventaja frente al PP y la razón quizás sea ésta: Que aunque en general no se aprueba la política del gobierno, tampoco convence mucho la politica que hace la oposición

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