viernes, 13 de abril de 2007

20.000 aves rapaces envenenadas

Félix Población


Mi hija pertenece a WWF/Adena desde que un día se asomó a una cumbre de la vecina sierra para ver el vuelo de los buitres. Hay pocas vivencias en su corta vida que sobrepasen en emoción y concentración el seguimiento de un ave rapaz con los prismáticos pegados a los ojos.

Quizá quien no lo haya comprobado no lo comprenda, pero observar el poder y la ligereza de un águila nos hace crecer en admiración y sensibilidad hacia la facultad más ansiada por el hombre. Pero no es sólo el encantamiento del vuelo lo que admiramos, su destreza, agilidad o solemnidad en surcar el aire lo que nos conmueve. También cualquier rapaz quieta en un posadero nos impresiona. Su figura entonces parece afilarse de expectación en función de la perspectiva. Su aparente reposo no puede contrarrestar la agudeza avizor de la mirada, sagaz lectora de todo cuanto late en el paisaje.

En España hay mucha afición a la caza. Entre los cazadores hay gente de todo tipo. Quienes respetan al máximo la naturaleza que les depara el disfrute de su afición y quienes se saltan toda norma que la proteja con tal de darle al gatillo. El uso del veneno contra zorros y otros carnívoros competidores con las presas cinegéticas está relacionado sobre todo con la caza menor. En 17 años, entre 1990 y el día de la fecha, 20.000 aves rapaces han perecido en nuestro país como consecuencia de esa práctica incivil. ¿Se imagina el lector lo funesto que puede ser para el porvenir del patrimonio natural de una nación el avistamiento retroactivo de ese desmesurado balance de muerte provocada y la aciaga posibilidad de duplicarlo en un plazo similar de futuro?

Un informe de la citada organización ecologista acaba de dar a conocer esos datos, que en Andalucía sobre todo alcanzan niveles sumamente alarmantes, hasta el punto de que la población de águilas imperiales en Doñana podría estar abocada a su extinción en las próximas décadas si no se toman medidas inmediatas para evitarlo. Lo que más preocupa a quienes han verificado ese estudio es que esa nefasta epidemia del veneno ilegal no sólo no se ha reducido en los últimos años, sino que se ha incrementado ante la negligencia, indiferencia o incompetencia de las administraciones correspondientes.

Se lo acabo de comentar a mi hija y no ha podido evitar el asomo de unas lágrimas en sus ojos. Quiere ser bióloga y le faltan aún unos cuantos años para llegar a la universidad. Tiene mucha prisa por defender la vida y esas y otras amargas lecciones de barbarie la hacen dudar a veces de que haya vida para entonces. Yo le digo que su vocación será más decisiva y que no se olvide nunca de esas lágrimas de rabia para hacerla crecer en altura como los vuelos que ahora llenan su mirada de encantada admiración.

RedDiario

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizás su hija intuya una verdad como ésta: "Dios perdona siempre; el hombre, a veces; la Naturaleza, nunca".

Anónimo dijo...

Eres un padrazo, Félix, y además sabes contarlo. Saludos.

Anónimo dijo...

Nos gusta que hable usted de la vida, don Félix, y que nos acerque a la suya con esas páginas tan naturales.

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