El testimonio de don Eduardo Madina

Félix Población

He visto esta mañana varias fotografías relacionadas con el testimonio ayer de don Eduardo Madina, el diputado socialista que estuvo a punto de ser asesinado por ETA hace cuatro años mediante una bomba lapa adosada a los bajos de su coche. También he podido escuchar, a través de las informaciones audiovisuales correspondientes, las palabras del señor Madina en el juicio en el que se procesa a los cuatro individuos relacionados con el atentado.

En esa sesión judicial se han dado dos imágenes antagónicas que dejan en evidencia los valores que han de primar y han de subestimarse ante el proceso de diálogo entre el Gobierno y la banda terrorista. La de don Eduardo representa obviamente al actual ejecutivo. A pesar de las graves lesiones sufridas y los daños irreparables causados a su familia, el joven diputado asegura que tanto sus compromisos personales como políticos han quedado intactos: ETA no ha podido doblegar su voluntad. En ningún momento, el señor Madina dejó entrever el más mínimo atisbo de odio, resentimiento o venganza. Su presencia y su discurso sólo proclamaron la objetiva entereza de reclamar justicia.

Frente al confortador mensaje de don Eduardo, cuyo contenido comparte sin duda la mayoría de la sociedad española en esta fase crucial para el acabamiento de la violencia en el País Vasco, los dos facinerosos acusados de la barbarie no dejaron de mostrarse risueños y hasta regocijados con su tropelía entre bisbiseos de complicidad y risitas desfachatadas. El suyo era como un exhibicionismo teórico de la kale borroka en unos momentos en que su incidencia pública debería quedar reducida a la marginalidad de la desvergüenza, sin reconsideración alguna en el proceso de diálogo.

Si las jetas complacidas de estos individuos son sólo de lamentar por su recalificada idiocia ante la pena con que purgarán sus crímenes, mucho más de lamentar es la ausencia en el juicio de la Asociación de Víctimas del Terrorismo del Partido Popular, así como la de algún representante del PP con la delicadeza suficiente como para solidarizarse públicamente con el señor Madina en estas circunstancias. Se conoce que en este punto y hora en que su partido sigue desistiendo de colaborar con el Gobierno en el proceso de paz, no sería políticamente correcto denotar ante don Eduardo el más mínimo signo de comprensiva humanidad, ajena a los vigentes y deplorables sectarismos partidarios.

Mi mayor preocupación sería que la risueñez de la pareja de etarras se debiera precisamente a la comprobación de esas diferencias, no sólo entre las asociaciones de víctimas del terrorismo sino entre los dos partidos que con una acción conjunta más podrían favorecer que ETA dejara de reirse para siempre.