martes, 18 de julio de 2006

El 18 de julio de 1936 y las hijas de la ira

Image Hosted by ImageShack.us

Félix Población

Se cumplen hoy setenta años del golpe de Estado del general Franco y sus militares felones contra el régimen democrático republicano del 14 de abril de 1931. Su propósito no fue otro que instaurar un régimen autoritario de corte fascista que, además de las ejecuciones masivas y la cárcel contra el bando perdedor, obligó a lo mejor de aquella España de la idea, vencida por la rabia represora, a tomar el camino del exilio.

Acabo de leer en estas fechas el interesante libro de Juana Salabert Hijas de la ira: vidas rotas por la Guerra Civil. La obra es el resultado de una decena de largas entrevistas con otras tantas mujeres representativas del arte, la literatura y la ciencia, a las que les estalló el conflicto en plena infancia y hubieron de soportar, en algunos casos, condiciones en extremo adversas para sobrevivir a penosas circunstancias familiares y personales.

De entre todas ellas es particularmente impresionante el drama vivido por doña María Jesús Posada, catedrática jubilada de física y química, e hija de don Fabriciano Posada Colón, un inspector de enseñanza republicano, residente en Oviedo y natural de un pueblecito de Zamora, a quien su moderado talante ideológico y una meritoria hoja de servicios en pro de la alfabetización de adultos y el fomento de la educación y la cultura entre los más desfavorecidos no libraron de un ignominioso fusilamiento en la localidad asturiana de Cangas de Narcea.

Cuenta doña María Jesús que el día que se celebró el juicio, y mientras su madre estuvo ausente para asistir a la vista, ella se quedó al cuidado de un matrimonio amigo, jugando en una pradera cuajada de margaritas. No dice cuál fue la sentencia de los pétalos, pero se pasó las horas cortándolos bajo la disyuntiva más funesta que pueden articular los labios de una niña de pocos años respecto a su progenitor: lo matan, no lo matan.

La pequeña María Jesús vio a don Fabriciano por última vez cuando ya había sido condenado a la última pena. El padre la abrazó y le dijo: Mira, hija, los que matan son éstos, quiero que lo sepáis, sencillamente para que nunca tengáis que darle más vueltas. Y le tendió un papelito con una lista de nombres implicados en la denuncia que le costó la vida un 28 de abril de 1937.

Ese papelito yo me lo guardé bajo la blusa –cuenta doña María Jesús Posada a Juana Salabert-. Ahí lo llevé durante años, pegado al corazón, hasta que se deshizo, porque yo no me quería separar de esas últimas letras de mi padre. Y a esa misma hora de nuestra despedida se me paró el reloj. Un relojito que ya nunca volvimos a arreglar.

Palabras a flor de vida de la memoria histórica. Memorias de corazón al corazón de una historia tanto tiempo proscrita y tanto tiempo silenciada por el franquismo, un régimen que todavía no ha merecido la reprobación por parte del partido que hace de oposición en la vigente España democrática.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Y eso, setenta años después!

Anónimo dijo...

Tenemos derecho a esa historia cada vez más, sobre todo desde que el revisionismo de falsos historiadores pretende reverdecer las glorias del llamado Movimiento Nacional.

Anónimo dijo...

ientras la derecha no condene en España el franquismo, esa derecha siempre tendrá algo de autoritaria y antidemocrática.

Publicar un comentario